Leyendo sus recuerdos divididos en cincuenta pasajes o estampas, me quedo para publicar, por ahora, con:
COSTUMBRES Y TRADICIONES POR LAS CALLES DE SONSECA A MEDIADOS DEL SIGLO XX.
Me he permitido la licencia de recrear algunos de sus párrafos.
Vista aérea de Sonseca en 1968. Aún no estaba concluida la red de alcantarillado.
Nos cuenta Ángel:
Me remonto a mi niñez. Recuerdo perfectamente como por las calles de Sonseca hervía el pueblo en su actividad laboral y comercial. Lo mismo encontrabas un pequeño ganadero caminando con sus ovejas hacia sus pastos, como un agricultor con su carro de varas o galera llenos de patatas, paja ( con redor) o grano de sus huertas, tierras hacia su casa.
Veías pasar a partir de enero los carros cargados de hombres y mujeres que iban a coger la aceituna a Patarra o La Raña, por ejemplo, arropados en mantas para contrarrestar el duro frío del invierno y en las manos, cubiertas con mitones, un canto caliente.
Todas las tardes, presenciaba la llegada de los leñeros cargadas sus caballerías de jara en dirección a las panaderías y las fábricas de mazapán que utilizaban este combustible para calentar sus hornos.
En época de vendimia, a últimos de septiembre, los carros iban cargados de uvas con destino a las bodegas que todos los taberneros tenían normalmente en sus casas, donde se pisaban y posteriormente se elaboraba el vino con métodos artesanales. Esos carros eran casi todos asaltados por los niños para hacerse con un par de racimos de uvas y saciar un poco su apetito.
Era muy normal cruzarte por cualquier calle con los carteros, Ezequiel Gómez-Tavira o Adolfo Sánchez-Horneros; el guardia municipal, Sr. Gonzalo Valentín o el empleado del telégrafo, Sr. Julio Martín con alguna noticia de urgencia por delante.
Se vendía el periódico diariamente. Se servía a domicilio a clientes y abonados. Muy pequeño era yo cuando el Sr. Rodrigo, que vivía en la esquina de la calle Orgaz con la plaza del Pozobueno, acudía a mi casa a traer la prensa a mi padre, concretamente el ABC. Después este servicio lo hacía su hijo Julio, el antes mencionado empleado de telégrafos, después su nieto Pepe y por último lo repartió el Sr. Leonardo Rodríguez con sus hijos. A partir de entonces, se empezaron a vender otros diarios nacionales como El Alcázar, Arriba, Ya, Pueblo, Diario Madrid, etc.
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1950/07/04/001.html
Curioso resultaba para los vecinos leer las últimas noticias ocurridas el día anterior, cuando los medios de transporte eran tercemundistas. Aquello de recibir la prensa diaria fue un gran adelanto para los medios de comunicación.
En cualquier momento del día, podías encontrarte por las calles de nuestro pueblo a la Sra. Tomasa, apodada "La Pichilina" por ser de Villaminaya vendiendo cuartillas impresas con coplas de casa en casa en una cesta. Escribía sobre Sonseca, su industria y los valores de sus vecinos, en poesías, chascarrillos, coplas, cantares. Sabiendo escasamente escribir, sin embargo, expresaba un gran afecto y cariño por los sonsecanos. Sus folletos los vendía tan bien, que le daban para comer todos los días. Se desplazaba desde su pueblo en una borrica. También escribía sobre los pueblos de la comarca.
¿Habrá alguien qué conserve aún los versos de la Sra. Tomasa? Contaríamos con un pequeño tesoro, una crónica singular de esos años.
Como añoro aquella buena costumbre de invitar a los vecinos a los funerales de cabo de año a través del Sr. Emiliano Gallego, el recadero del juzgado, el Sr. Leonardo Rodríguez y por último el Sr. Florentino García-Ochoa. Estas personas iban una casa tras otra, cuando las puertas de las casas de vecindad estaban abiertas, voceando a los vecinos:
- De parte de ... fulano de tal (se solía decir el nombre con el apodo o mote), mañana a las ocho tendrá lugar el funeral de...su padre, hermano, hijo... Todo el pueblo teníamos información puntual y acudíamos a compartir con los familiares, vecinos, amigos... esa misa de funeral.
Plazuela de la calle Mazarambroz |
También iban de puerta en puerta Ignacia y Patro, que se dedicaban a la compra-venta... de cebada, maíz, jamones, legumbres, quesos, aves, conejos, botas, monos para el trabajo etc.
Si pasabas por la calle San Quintín, podías ver salir de la casa de Victoria Hernández alguna persona con una muleta o pañuelo colgado al cuello sujetando el brazo ya que se dedicaba a componer torceduras de tobillos, la salida de un hombro, una luxación... ¡Cuántos dolores habrá quitado!
Foto del año 2006 |
También mercadeaba con huevos Antonio Ruiz. Éste los llevaba en un carro de mano desde las granjas a la casa de Luis Perezagua, Pedro Rojas o Jesús Romero (La Rápida), los transportistas- camioneros para venderlos en las tiendas de Madrid, concertadas con él para venderlos.
Primeros camioneros de Sonseca en los años 40 antes de crear sus empresas particulares |
En los cruces de calles te encontrabas al pregonero. El más antiguo en el tiempo que recuerdo es el Sr. Manolo de la Cruz, "El pregonero", empleado del Ayuntamiento. Nos deleitaba con sus toques de corneta. Nos decía:
- Se hace saber... de parte del Señor Alcalde... que a partir de mañana se empiezan a pagar los impuestos de esto, de aquello y de lo más allá..."
Todo aquello que no era oficial, era anunciado con dos toques de corneta para diferenciarlo de las anteriores, y seguían una estructura tal que así:
- Se hace saber a todos los vecinos de este pueblo que ha llegado un camión de naranjas a la plaza...; se le ha perdido un borrico al tío fulano por el camino de la Torre ..., o se le ha perdido una manta al tío... cuando iba a trabajar por la calle Mayor. Él que la encuentre, se la entregará a un servidor y será recompensado.
Le sustituyó el Sr. Gabriel Berrojo.
CORNETA DE PREGONERO. TAMBIÉN SE LE DABA USO EN LAS CACERÍAS |
Los vecinos de esta villa compraban este tradicional producto por su buena calidad ganada años tras año. Aprovechando su paso por Sonseca, estos señores además nos vendían unos higos secos revueltos con harina de trigo directamente exportados de Turquía, de una calidad tal, que nunca más he vuelto a comer.
También se vendía por la calles de nuestro pueblo el famoso azafrán de Consuegra y de Villafranca de los Caballeros. Hombres y mujeres de estas poblaciones se venían a vivir aquí. También se hospedaban el la posada Las Peñas. Se pateaban todos los días el pueblo hasta terminar con toda la mercancía que traían de las cosechas propias y ajenas.
¡Qué rica la miel de la Alcarria! Se la compraban nuestros padres a los vendedores ambulantes que venían de la zona de Guadalajara. La traían en pellejos cargados en caballerías. Trillaban todas las calles día tras días hasta vender todas las existencias. Esa miel untada en un pedazo pan era un alimento suculento y nutritivo.
De Bolaños (Ciudad Real), ya con furgonetas, venían los vendedores de pollitos y pollitas, de mayor o menor edad, unos ya medio criados y otros pequeños. La gente compraba algunas pollitas para puesta, para que no faltaran los huevos para el consumo diario y algún macho destinado a la Feria o Navidad, días de comidas familiares.
El afilador gallego se paseaba con su bicicleta, a la vez taller de trabajo, soplando su silbato produciendo su melodía característica. Afilaban cuchillos, tijeras, herramientas de corte de carnicerías... Algunos se han quedado en Sonseca.
El lañador llevaba el fogón (una lata) encendido al hombro. Te echaba lañas a un barreño o pegaduras de estaño a sartenes, pucheros... También ponían asientos de enea a las sillas.
Iban voceando:
- Paragüero lañador, se arreglan pucheros y cacerolas de pooorcelana.
Generalmente eran de etnia gitana o quincalleros.
El supermercado en Sonseca andaba por la calle. En la puerta de su casa, si quería podía hacerte con pucheros, orzas, barreños y platos de barro de Talavera para el uso diario de la familia. Venían directamente desde la Ciudad de la Cerámica cargados en mulos hasta tu domicilio.
Si querías carbón, picón o astillas cortadas en el monte también había alguien que te lo proporcionaba. Las astillas se solían quemar en el calentador del agua, hecho por el Sr. Julián Fernández, para lavar la ropa en el cuezo.
Hasta las joyas te las ofrecían en casa. Marcial, Julio o los hermanos Rojas se dedicaban a venderte joyas, las pocas que se compraban pues en algunas casas solo tenían para comer a duras penas. Mensualmente pasaban a cobrarte y a ofrecerte su mercancía. Estaban muy familiarizados con los sonsecanos, por lo que resultaba habitual encontrárselos saliendo de la casa de algún vecino donde habían intentado vender.
Recuerdo durante mi niñez como se vendía por las calles pescado fresco en un carro de mano hecho de madera llevado por el Sr. Jesús López y su mujer, la Sra. Isabel Rojas, los padres de Adora, Félix y Mercedes. También hacían este trabajo los hermanos Luciano, Pepe y Antonio López. Llevaban dos o tres cajas de pesca variada, revuelta con un poco de hielo y una báscula con dos platillos para hacer las pesadas. La cadena de frío no existía por entonces, se hacía la vista gorda por parte de sanidad, y el pescado se vendía para saciar el hambre de algunos y entre ellos de los pescaderos.
Las telas, mantas, fajas, cacharros y accesorios para el hogar te los servían los proveedores en tu propio domicilio. "El Malagueño", marido de la Sra. Lola; "Los Zamoranos"; Reyes, cuñado de Don Ricardo Díaz; Sira, la de Orgaz; el Sr. Doroteo Puebla, luego muñidor de la Cofradía de la Virgen de los Remedios, y su compañero Emilio Jiménez vendían estos artículos. Se pagaban en pequeñas cantidades, según llegaban los primeros días de cada mes, como si fueran las pequeñas hipotecas que tenemos hoy en día.
Casa en la calle Ramón y Cajal de unos de los zamoranos que vinieron vender mantas y se quedaron a vivir en Sonseca. Es una casa del siglo XVII. |
La calle hervía de vida y actividad, un continuo tejemaneje de compre y venta, voy y vengo, traigo y llevo... En pocas décadas la vida ha cambiado mucho en el casco antiguo del pueblo. Va languideciendo.
Desde Murcia venían vendedores ambulantes ofreciéndote un cerdo rubio o negro. Transportaban los cerditos en un camión, que luego paseaban en manada por las calles, de plaza en plaza. El comprador elegía el que más le gustaba, acordaba el precio y se los llevaba para criarlo a su casa.
Si querías comprar una cabra granadina, también la podías conseguir. Las traían en tren hasta la estación de Mora, las descargaban y las vendían por los pueblos de alrededor, entre ellos en nuestro.
Podías comprar mulas, caballos y borricos a los tratantes de ganado, la mayoría gitanos. Recorrían pueblo tras pueblo para cubrir las necesidades de animales de tiro de los agricultores, incluso te llevaban hasta tu casa las caballerías para que decidieras con cual quedarte y la forma de pago con la que ibas a hacer la operación (no olvidemos que por entonces los bancos prácticamente no existían y todo se cerraba con un apretón de manos; se respetaba más aún que si se hubiera hecho notarialmente). Todas estas clases de animales centralizaban su parada en la posada Las Peñas o en El Ventorro (cruce de la carretera de Toledo con la de Mazarambroz).
Andorreaban las calles de Sonseca:
Los capadores de cerdos (casi todos gallegos). Sonaban un silbato con su melodía característica para anunciar su llegada.
Los caleros de Orgaz te ofrecían su cal, que traían en serones cargados en borricos, para blanquear las paredes, sobre todo, la fachada o para hacer alguna reparación mezclada con arena. Luego vendría el cemento a sustituirla en gran manera.
Representación en Orgaz de una estampa costumbrista sobre los caleros en el 2012 |
Los tostoneros, también de Ajofrín, te vendían tostones o también cabía la posibilidad de intercambiarlos por garbanzos que dabas en más cantidad. Se medían en tazones. Se solía hacer para celebrar algún acontecimiento familiar, especialmente los bautizos.
Los mazarambreños ofrecían bellotas de la finca de El Castañar, que asaditas en la lumbre estaban divinas.
El recuerdo para los panaderos del pueblo Julio, Amalio (repartía el pan de Sr. Enrique), Santiago, Mario..., con sus carros tirados por mulas o con un carro a mano repartían sus hogazas y barras de casa en casa.
El Sr. Mario López pasó el oficio panadero a su hijo Ruperto y ésta a su hijo Pepe, que permanece en la actualidad. |
Sifones de Julián Barbero |
- ¡Jabón bueno de Mora! Jabón que hacía mucho ojo cuando se lavaba la ropa con él.
Los meloneros de Orgaz que además te ofrecían plantas de tomate, pimiento, cebollinos, lechugas... para las huertas y huertos.
Los valencianos, con su camiones de naranjas mandarinas, habas de las Indias, competían con mejores precios.
Los sacerdotes paseaban por las calles cuando iban a visitar a los enfermos e impedidos. Los niños les abordábamos para besarles la mano, por lo general, agradeciéndolo éste muchísimo la muestra de cariño.
Las cuadrillas de esquiladores pertrechados con sus herramientas cortantes se trasladaban de un ganadero a otro esquilando las ovejas a partir de los meses de abril y mayo, cuando llegaba el calor. Los ganados pastaban en fincas o en pequeñas majadas. Los hermanos Valentín, Hilario y León o los también hermanos Antonio, Juan y Agapito, entre otros eran los que se dedicaban a este oficio en Sonseca. También esquilaban caballerías como borricos, mulas, caballos... A veces se entretenían en hacer primorosos dibujos en las ancas si tenían que lucirse, como en las mulillas que sacaban los toros en las corridas de la Feria.
Las vacas no se esquilan, pero si se cubrían de toro y para ello el Sr. Gumersindo la llevaba del ramal al toro de la Sr. Mercedes. La tía Andrea tenía un barraco al que acudían alguna que otra cerda para que las cubriera, como la del Sr. Nicanor que la hacía caminar engañada con una lata de cebada en el hocico.
Algunas madres mandaban a sus hijos a los recados, como ir por suero en un cubo a la quesería del Sr. Antonio, en la Arroyada. El suero se cocía y servía de cena esa noche.
Los médicos don Samuel Villamón, don Pedro González o don Antonio Sáinz visitaban a diario a sus enfermos en sus casas. Recorría el pueblo a pie, al igual que los llamados "practicantes", don Primitivo Gil, don Alberto Benito, don Félix Muñoz atendiendo a sus pacientes.
La Sra. Juana, la bollera, rifaba una cesta de bollo por las tardes de esquina en esquina. Le solía acompañar su hijo Rafael. ¡Qué alegría te entraba si te tocaba el bollo!; un manjar en aquella época.
Cada mañana, el Sr. Primitivo Martín con el carro de varas del Matadero municipal repartía la carne por los diseminados despachos de carnicería que habrían sus puertas en cada barrio. La moscas acudían a la carne en los meses de calor, todavía no habían llegado las cámaras frigoríficas al estado de bienestar.
Eran años de muchas procesiones. Cada fiesta que se celebraba se procesionaba a su imagen por su itinerario tradicional. La Virgen del Rosario, de Fátima, Los Sagrados Corazones, la del Pilar con la Guardía Civil...salían en su día.
Los jugadores de fútbol se vestían en la Puerta del Sol situada en la plazuela del Pozobueno y cruzaban por la calle don César Pérez, el Cristo, ... hasta el campo de fútbol al otra lado de la carretera, donde están ahora las llamadas Casas de la Caja. En el descanso del partido descansaban sentados en el centro del campo, pues carecían de casetas. Al finalizar el partido, como no había duchas se lavaban en sus casas, que en muchas de ellas tampoco existían.
Cerca del campo de fútbol se encontraba El Ventorro, ya situado anteriormente. Allí se hacía la remonta por una yeguada de sementales de pura raza española. Todos los que quería que sus yeguas se cubrieran acudían al susodicho lugar. El encargado era el Sr. Modesto Moreno, un extremeño que luego se casó con una sonsecana.
El ajofrinero, Juan Santos, más conocido popularmente por "Naítas", callejeaba por Sonseca con su borrica comprando pieles de corderos, de esos que se habían matado para la Feria o Navidad, o de cabras, liebres... Voceaba: - El pielero. También vendía ataderos para atar la mies. Se los traía de Ajofrín, donde se trenzaban y se volvía con las pieles. Él solía ir andando pues llevaba la burra casi siempre con carga. Su hijo evolucionó a la bicicleta y más tarde a la moto.
En bicicleta también se transportaban peces en cajas de fruta vacías y sin agua desde Toledo. Se habían pescado en el Tajo y se ofrecían por las casas. ¡Qué dureza tenían estos peces! Los echabas en el pilón del patio y nadaban como si los hubieran pescado en ese momento.
Los entierros no faltaban. El señor cura con los monaguillos y sacristán iban hasta la casa del fallecido o fallecida para acompañar hasta la Iglesia donde se hacía el funeral y de allí al camposanto por el itinerario que aún utilizamos, calle Unión, calle Parra... Se portaba a hombros el cadáver por familiares, amigos, vecinos... Los entierros eran de varias categorías, dependiendo del rango, así se paraban en el trayecto y se cantaban unas y otras canciones mortuorias.
La parte más festiva se vivía con el paso de las bodas. El novio y los acompañantes se dirigían a la casa de la novia para desde allí andar el camino junto a los padrinos hasta la Iglesia.
Los bautizos (se hacían a los pocos días de nacer el niño o niña por el mayor riesgo que había de muerte) y comuniones (generalmente en el mes de mayo).
Las conversaciones vecinales, los tratos comerciales..., y la ida y venida de unos y otros daban vida a las calles. Abundaba la comunicación entre los habitantes.
El Sr. Máximo Rielves se encargaba de ofrecerte helados de corte o cucurucho hechos artesanalmente por él y sus hijos. Eran los domingos por la tarde de la época veraniega, cuando empujando su carro, hacía las mayores ventas. Se solía parar en los cruces de calles o plazas para que le vieran mejor y tocar una trompetilla para anunciar su presencia. Fue durante varias décadas el muñidor de la Cofradía de la Virgen de la Remedios.
Varias personas se dedicaban a pasear su cartera llenas de papeles. El empleado de banco con ella llena de letras de sus clientes intentando cobrarlas en la fecha de su vencimiento y el cobrador de la luz para que le abonasen el importe del consumo había hecho, el que rezaba el contador. Hoy en día la centralización en las cuentas bancarias ha eliminado el ir y venir de estos cobradores.
En las plazas del pueblo, Majuelos, Malpica, Oteruelo, Pozobueno..., veías jugar a niños y niñas a toda clases de juegos: "guacherito", frontón, pitel, taba, comba, roma, trompa, escondite, encuartado, balón etc. Había sus discusiones entre los vecinos de las plazas con los niños porque al jugar golpeando con la pelota en las fachadas descarillaban las paredes e incluso rompían algunos cristales.
En los cruces de las calles actuaban fortuitos payasos, titiriteros, saltimbanquis, malabaristas y músicos callejeros que recorrían los pueblos. Tocaban cornetas, trompetas y tambores y solían ir acompañados para sus números por una cabra, un perro, un mono y algún que otro animal. Al término de la actuación pasaban una gorra pidiendo una donativo.
PAISAJES ESPAÑOLES Cedida por Carlos Marín 1968 |
En las plazas, como la conocida como Majuelos o a las afueras del pueblo (cerca de Villa María), todos los veranos, se situaban familias de húngaros, búlgaros y portugueses de etnia gitana con su equipo de cine. Nos deleitaban proyectando películas todas las noches de contenidos variados. El precio de la entrada, a voluntad del espectador. El único inconveniente existente, el asiento; si no te llevabas una silla, generalmente de tijera de tu casa, veías la película sentado en el suelo. El frescor de la noche te hacía una caricia y la luna llena la tenías como fondo de escenario en las noches de verano, grandes ventajas que contrarrestaba a la incomodidad. Ambiente que creaba un espíritu romántico sobre todo cuando el argumento de la película era amoroso.
Al comienzo de la noche, las parejas de novios charlaban a la puerta de las casas. Día a día su relación y amor se incrementaba hasta llegar al compromiso matrimonial.
La ACTIVIDAD por la NOCHE tampoco paraba.
Entrada ya la noche o de madrugada, sentías al sereno del barrio que acompañaba al médico para que atendiera algún enfermo a alguna mujer que estaba a punto de dar a luz. También daba las horas y anunciaba el tiempo:
- ¡Las tres y sereeeno!.
Las mazapaneras rondaban cuando les tocaba el último turno. Desde la fábrica a sus casas solían ir acompañadas por algún hombre para protegerlas de la oscuridad de esas horas.
Cosa curiosa, el paso de la "fantasma"; gente que se tapaba con una sábana blanca para no ser reconocida. Los motivos, varios: políticos (mantener reuniones secretas y estar prohibidas por la dictadura) o amorosos (relaciones extramatrimoniales). De todo había en la viña del Señor.
En silencio de las horas nocturnas se rompía con los voces que daba la Guardia Civil a la puerta de un vecino para que abriera porque era "maqui" o de ideología política "roja". Recibían chivatazos, de vez en cuando, que determinadas personas huidos al monte habían venido al pueblo para ver a su mujer e hijos. Su intención, detenerlos, pero lo mayoría de las veces no lo conseguían porque controlaban muy bien sus riesgos y conocían el terreno. Se escondían en los montes cercanos a Sonseca, en la sierra de El Castañar. La Guardia Civil, para controlarlos, tenía un destacamento cercano a lo que llamamos El Convento para reforzar los cuarteles de los pueblos limítrofes. A los detenidos los ponían a disposición de la autoridad constituida.
Los niños nos asomábamos a las ventana con la persiana de nuestro dormitorio bajada, señal de respeto, para ver pasar al alguno de los sacerdotes llevando el viático en sus manos a algún enfermo muy grave. Solía ir acompañado por el sacristán y algún monaguillo tocando tocando la campanilla. Así se satisfacían las ultimas voluntades religiosas del enfermo, recibir la comunión.
Ya de madrugada, sobre las siete de la mañana, el coche de "Bolilla" esperaba en la plaza del Ayuntamiento, hoy de Juan Carlos I, a los pasajeros con destino a Toledo. Se solía ir a realizar compras o a solucionar asuntos oficiales. El viejo autobús recorría los 24 Km. a Toledo por la carretera mal empedrada, con curvas y llena de baches. Paraba en Ajofrín y Burguillos.
Bastante antes se levantaban los que habían decidido viajar con el ordinario, el Sr. Vicente Sánchez, conocido por "Colorín". A las tres de la mañana salían de la puerta del Casino de lo Pobres en un carro de varas con toldo. En seis horas se presentaban en la Ciudad Imperial. Entraban por el puente de la Degollá. Pasaban por el puente Alcántara, donde se pagaban unos tributos, si se llevaban género de alimentación como corderos, huevos o conejos. El punto de llegada, la plaza de San Justo, muy cerca de Zocodover. Allí dejaban el carro y las caballerías para que descansaran mientras se hacían los recados. Al mediodía, la vuelta hacia el pueblo, otras seis horas.
Puente Alcántara de Toledo y... en la tapa de una caja de mazapán de Sonseca |
Estupenda película se podría hacer rememorando estos años de un Sonseca en ebullición. La corriente humana que iba y venía por las calles de nuestro pueblo te servía de distrácción, de comunicación y de coexión social. Se daba más la oportunidad para el diálogo, la vecindad y la amistad.
Hoy nuestro casco urbano es otra cosa, deshabitado en gran parte y vía de comunicación en coche de los barrios periféricos que el "boom industrial creó en su día no muy lejano.
Comenta al final de su escrito nuestro amigo Ángel: "que la velocidad nos ha desbordado".
Dicen Les Luthiers, grandes músicos y humoristas argentinos en plan de broma que, " todo tiempo pasado fue anterior".
Conviene vivir conscientemente nuestro tiempo presente y no siempre de la nostalgia, pero el pasado, nuestra historia reciente, cotidiana, nos tiene que servir como trampolín para el futuro, por eso conviene a veces reflexionar con sosiego y plantearnos que es lo que realmente pretendemos realizar en nuestra corta existencia.
¿Qué entendemos por progreso?
Esta sencilla crónica se puede completar con los recuerdos de todos aquellos que creáis que falta alguno, que seguro...
Gracias una vez más a Ángel Peces por hacer este alarde de memoria, escribir y compartir.
Queda la búsqueda de las fotos para ilustrar.