con la esperanza abatida y postiza,
que en mi Sonseca nunca quebradiza,
hondo, valiente y con fervor se espera
a una Madre en Remedios compañera,
a la tierna inocencia primeriza,
al clarinete en banda encontradiza,
sordo, en nocturna salve caballera.
Arte que en industria es ya religión,
identidad de todos, realengo,
al hablar de raíz, con emoción.
Que no es fingido, mas es confesión,
que el propósito en arraigo tengo
de proclamar la dulce tradición.
Cuando el alférez alza su bandera,
cuando el corazón del pueblo se eriza,
rotos, al alba izan la faz ligera.
Donde la luz del cohete es primera,
donde la vida se olvida plomiza,
anuncia septiembre fiesta castiza,
devotos, en tierra seca y escudera.
Alma que en Ofrecimiento es pasión,
luna en verbena, que ya es de abolengo,
sangre de rifa, que ya es corazón.
Que no es capricho, mas es la razón,
con afán, permiso a pedirles vengo
con este soneto, abrir el pregón.
Señor alcalde, concejal de Cultura,
miembros de la Corporación Municipal, presidente de la Diputación de Toledo,
autoridades que nos honráis con vuestra presencia, jueza de paz, párroco y
sacerdotes de nuestra feligresía, administrador y miembros del Patronato de la
Virgen de los Remedios, alférez y Compañía de Alabarderos, Reina y Damas, Niño
de la Bandera, director y miembros de la Banda de Música, presentadora de este
acto y tantos años compañera, personal técnico del auditorio, sonsecanos,
sonsecanas y vecinos de otras localidades:
Buenas noches a todos y todas.
En primer lugar, quiero mostrar mi
mayor agradecimiento al Ayuntamiento de Sonseca y, como máximo representante, a
nuestro alcalde, Sergio Mora, por la invitación a pregonar las ferias y fiestas
de nuestro querido pueblo, un encargo que jamás pensé que tendría el honor de acometer
y dudo que merezca, dada la enorme cantidad de personas que podrían realizar
esta labor de proclamar la llegada de una nueva edición de nuestros festejos
patronales. Por ello, mi absoluta gratitud por la oportunidad de compartir
estas palabras con todos ustedes. Jamás olvidaré este momento. Gracias, muchas
gracias, por la invitación y a ustedes por haber venido.
Pregonar unas ferias es construir un
pueblo con palabras. Es coserlo con el hilo de la tradición. Es pronunciarlo
con la voz de su cultura. Ser pregonero de nuestras fiestas en honor de la
Virgen de los Remedios constituye, por tanto, un gran honor. No solo por lo que
representa el propio acto, por su simbolismo, sino también por el hecho de ser
ésta una comunicación que se produce de forma oral. La comunicación oral, la
palabra dicha, ha sido el instrumento de trabajo que he utilizado durante 15
años en Sonseca. Además, a escasos metros de este escenario, en nuestra emisora
municipal. No deja de ser ciertamente poético que vuelva a dirigirme a mi
pueblo también desde un micrófono y a través de un acto de comunicación basado
en la oralidad.
Los pregones nacieron con un fin
comercial al objeto de impulsar la venta callejera de todo tipo de productos,
por lo que se pueden considerar precedentes de la publicidad de nuestros días.
De ahí, evolucionaron hacia un fin informativo con el objetivo de anunciar
cuestiones de interés público, por lo que se pueden considerar también
antecedentes del periodismo radiofónico. Es por ello que me siento como el
catedrático de la Universidad de Salamanca Fray Luis de León en esa famosa
anécdota que afirma que cuando en 1576 regresó a las aulas tras pasar 5 años en
la cárcel pronunció, en su primera clase, la célebre frase “Decíamos ayer…”.
Según algunos historiadores, esto nunca sucedió, pero la anécdota se ha hecho
tan famosa, se ha contado tantas veces y ha calado tanto en el imaginario
cultural español, que se considera totalmente veraz. La comunicación de esta
anécdota generación tras generación se ha realizado en muchas ocasiones de
forma oral, mostrando la fortaleza del boca a boca en la transmisión de la
cultura.
Mi pasión por la comunicación verbal y,
por tanto, por la radio, viene de mi convencimiento de que a través del habla y
del diálogo llegamos al conocimiento del mundo y de la vida. Primero,
aprendemos a entender y hablar nuestro idioma. Más tarde, aprendemos a leer y
escribir. Hace siglos, el elemento clave de la transmisión de la sabiduría en
la cultura humana era el hecho de formar un discurso y debatirlo de forma oral
en público. Muchos de los saberes populares —las canciones, las poesías o los
refranes— son géneros que proceden de la cultura oral, fundamental para
entender las tradiciones de los pueblos. Por eso, actos como este pregón —basados
en la palabra hablada— están profundamente enraizados en los festejos
patronales de cada localidad. Somos culturas orales.
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El alcalde de Sonseca, don Sergio Mora Rojas, le entrega una plaga de recuerdo como pregonero. |
Cuando pensamos en nuestras ferias y
fiestas, evocamos fundamentalmente tres ideas que vertebrarán este pregón:
memoria, identidad y unión. En primer lugar, las Ferias de la Virgen de los
Remedios nos ayudan a construir nuestra memoria colectiva como pueblo. Dice la
canción: “Cuando pones perlas en el collar de Vivienne / es diferente, ya no
son perlas / Cuando los cubitos de hielo ya no es agua / ahora es hielo, se
congela / Cuando es de noche en el cielo / y se vuelve de día, ya todo eso
cambió / Cuando el caballo entra a Troya / tú te confías y ardió”. Este es el
comienzo de Saoko, una de las últimas canciones de Rosalía. Es una canción
que habla sobre una idea fundamental para entender nuestras ferias: la
necesaria transformación sin variar las esencias, aquello que permanece a lo
largo del tiempo. Nuestras ferias y fiestas han sabido transformarse en lo
accesorio, adaptarse a los tiempos; pero a la vez mantener el sustrato
esencial, su razón de ser y su importancia en el devenir de Sonseca. En
definitiva, las ferias siguen manteniendo aquello que permanece en la memoria,
aquello que atraviesa los avatares del tiempo.
La memoria que todos tenemos sobre
estas fiestas se remonta irremediablemente a nuestra época de niños. Alguien
dijo que nuestra verdadera patria es la infancia. En mi caso, evoca un Sonseca
industrial de los años 80 y 90 con calles más vacías de coches y más llenas de
niños. Los recuerdos me devuelven una vida que transcurría entre la escuela, la
calle y el campo de fútbol Martín Juanes, donde muchos niños de mi generación
pasábamos muchas horas de entrenamiento durante la semana y de partido los
sábados y domingos. Para nosotros, ese espacio de deporte y compañerismo que
era la cantera del C.D. Sonseca, llamada entonces A.D. Diana, representaba
mucho más que la mera práctica de ejercicio. Fue una escuela de valores, de
superación personal y de aprendizajes sobre la victoria y la derrota.
Inolvidables son los nombres de
aquellos equipos de alevines entre los que se encontraba el Hermanos Palencia,
el Manufacturas Aguado, el Renault, el Viriato (que más tarde pasaría a
llamarse Bartosa) y el que fue mi equipo, el Yoplait, entrenado por el señor
Ángel que, por la amistad y confianza que seguimos teniendo, me siento
autorizado para nombrarle por su mote: “Ángel Remellao”. De los alevines
pasábamos a los infantiles, categoría en la que había menos equipos, pero más
competitividad fruto de la mayor edad que teníamos. Mi equipo en infantiles fue
el Guillamen, entrenado por nuestro querido “Indiana”, en cuyo segundo año
logramos ganar la liga. También hay que decir que en copa nos fue bastante mal.
Era la temporada 1993/94.
Uno de los momentos más especiales de
aquellas temporadas era la entrega de premios que en verano la A.D. Diana
organizaba en la plaza de la Virgen. Durante varios años, vinieron grandes
figuras del fútbol nacional, sobre todo gracias a la colaboración de la
entrañable Peña Iríbar del Athletic de Bilbao, a la que yo personalmente le
tenía mucho cariño ya que el señor Ángel Cerdeño, que fue su presidente durante
muchos años, era mi peluquero y siempre que iba a cortarme el pelo me quedaba
maravillado con esa impresionante fotografía que presidía la peluquería en la
que se veía a Iríbar haciendo una espectacular parada. Después del Martín
Juanes, no había en Sonseca un lugar más futbolero que la peluquería de Ángel.
Era un espacio donde siempre se hablaba de fútbol. Un lugar repleto de
fotografías con leyendas del Athletic de Bilbao y esa majestuosa imagen de
Iríbar en estirada imposible sacando el balón de la mismísima escuadra.
Como decía, gracias al apoyo de esta
peña vinieron a entregar los premios de la A.D. Diana figuras como Andoni
Goikoetxea; el mismísimo presidente de la Federación, Ángel María Villar; y el
jugador español más cotizado de la época, Julen Guerrero, que estuvo acompañado
de su hermano José Félix y de nuestro paisano Fernando Morientes, que en
aquella época iniciaba una más que prometedora carrera. Gracias al blog de
Salva Peces, he podido recuperar la fecha de ese evento: 1 de julio de 1994.
Recuerdo que para esa entrega de premios, yo llevaba puesta una sudadera blanca
de los Chicago Bulls, el equipo de baloncesto de la NBA donde jugaba el mítico
Michael Jordan. Cuando subí al antiguo kiosko de la feria para recibir la
medalla, a Julen Guerrero le llamó la atención la sudadera y me dijo sonriendo:
“Buen equipo, espero que tengas tan buen gusto para el fútbol y seas del
Athletic”.
Cuando eres niño, las ferias funcionan
como una especie de rito de paso que nos hace ser conscientes del transcurrir
del tiempo. No solo del tiempo relacionado con las diferentes etapas del año
(la feria marca el final del verano y el inminente inicio del curso escolar),
sino también del tiempo vital. Para los adolescentes de mi generación, la feria
suponía uno de los primeros espacios de libertad donde comenzabas a dejar de
sentirte niño: había permisos para disfrutar hasta más tarde, y más dinero en
el bolsillo para gastar en las diversas posibilidades que el ferial ofrece. En
este sentido, recuerdo una feria de mediados de los 90 cuando mi hermano Sergio
invirtió todo el dinero que mis padres le dieron en comprar cromos de la Liga,
que eran vendidos en los dos pequeños puestos de chucherías que había en la
plaza de la ermita junto a los Arcos. Era tal la cantidad de estampas que
acumuló que apenas podía andar con los bolsillos del pantalón llenos, con el
consiguiente reclamo para otros chavales coleccionistas a fin de intercambiar
las estampas “repes” que a mi hermano le sobraban. Ese año, Sergio completó el
álbum entero de la Liga, con los fichajes de última hora incluidos, que había
que pegar encima de otros cromos por falta de espacio en el propio álbum.
Escribir un pregón como este constituye
un ejercicio de memoria esforzado y necesario. Casi terapéutico. Gracias a este
ejercicio, podemos comprobar cómo han cambiado las formas de vivir la feria,
incluso en poco espacio de tiempo. Una de las prácticas habituales que existían
entre la juventud de los 90 y principios de los 2000 era buscar hacia mediados
de agosto un chiringuito donde pasar los días previos a la feria y las propias
fiestas. Las pandillas de amigos y amigas nos embarcábamos en la búsqueda de un
local, siendo los más cotizados aquellos más cercanos al ferial. Lo ideal era
alquilarlo, como decimos en Sonseca, “de 15 a 15” (de 15 de agosto a 15 de
septiembre) para que diera tiempo a limpiarlo y acondicionarlo antes de los
días grandes. El objetivo era que cubriera todos los días de feria y algún día
extra después de la Octava a fin de recogerlo todo. Los chiringuitos nos daban
mucho juego los días de feria: eran lugares donde pasar más tiempo con los amigos
y donde reposar un poco en caso de cansancio dentro del ritmo frenético con el
que vivíamos aquellos días. En nuestra cuadrilla, realizábamos lo que
llamábamos la ITC, la Inspección Técnica de Chiringos, que no era otra cosa que
la visita a aquellos chiringuitos de conocidos y, sobre todo, de alguna amiga o
amigo en busca de que nos invitaran o de (y esto era lo más habitual) intentar
ligar con el chico o chica que nos gustaba. Para qué engañarnos, también en
algunas ocasiones (no muy numerosas, afortunadamente) estos chiringuitos
suponían un pequeño foco de conflicto con los vecinos, pero que yo recuerde
nunca se produjo ningún problema especialmente serio.
El peso de la memoria le da forma a los
ritos que, a su vez, terminan aquilatando las tradiciones. Y es la tradición la
que configura la identidad de los pueblos. En una era de globalización como la
actual los pueblos son aparentemente muy parecidos entre sí, salvo en una cosa:
sus tradiciones y su cultura. Lo demostraremos con la siguiente frase: “Después
de enferiar a los niños, el muñidor dio por concluida la Rifa de la Bandera y
así terminamos la Octava”. Esta frase no la entiende nadie, salvo que seas de
Sonseca, vivas en Sonseca o tengas mucha relación con Sonseca. Vemos, por
tanto, cómo, a través de la tradición y la cultura, nuestro pueblo se
diferencia del resto, adoptando una identidad propia.
Esa identidad colectiva de nuestro
pueblo nos influye a todos y todas. Parte de quienes somos depende del espacio
que compartimos, del lugar donde vivimos, que sin duda forja nuestro carácter.
Sin embargo, el elemento más importante para la construcción de la identidad
propia es la familia. Yo no estaría aquí si no fuera por el mejor consejo que
mis padres me dieron de niño: “David, intenta superarte cada día”.
Mis padres, Julio y María del Carmen,
vivieron muchos años en el campo, en chozos, debido al trabajo de mis abuelos:
carbonero mi abuelo paterno, Leoncio, casado con mi abuela Trini; y pastor mi
abuelo materno Eugenio, Felicia su esposa, mi abuela. Fruto de la reconversión
económica, laboral y social que vivió nuestro pueblo hace varias décadas, mis
padres fueron obreros de esa incipiente Sonseca industrial desde la segunda
mitad de los años 60. Mi padre, carpintero. Mi madre, trabajadora del textil.
De mis padres sigo aprendiendo algo nuevo todos los días. Han sido y siguen
siendo mis mejores maestros. Espero, junto a mi pareja Rosi, ser tan buen
maestro para mi hijo Fabio como ellos lo son conmigo.
Por ello, una de las cosas de las que
más orgulloso me siento es de mis orígenes. De pertenecer a la clase
trabajadora. La mía es una de las innumerables familias de la Sonseca obrera
que, con sus manos como dice el himno de nuestro pueblo, labraron un “futuro de
progreso” para las generaciones posteriores. Sirvan estas palabras para
reconocer públicamente la importancia vital de esas generaciones de obreros y
obreras sonsecanos y sonsecanas, nuestros padres y abuelos, trabajadores
esforzados de la madera, el textil, el mazapán y otros sectores que, desde mi
punto de vista, son uno de los grandes orgullos de nuestra tierra.
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Esteban Martín García, ayudante de la Compañía de Alabarderos, baila la bandera de la Virgen. |
La identidad también la otorga el
trabajo que realizas a lo largo de tu vida. A qué le dedicas el tiempo. Durante
la mayor parte de mi vida, trabajé aquí en Sonseca como periodista, un oficio
que décadas atrás contaba con un gran prestigio, pero que quizá ahora se
encuentra en entredicho. Sin embargo, no me cabe ninguna duda de que el
periodismo bien ejercido es una actividad fundamental para el sustento de la
democracia y de la sociedad actual.
Para mostrar a mis alumnos la
importancia que tiene el periodismo en nuestra sociedad siempre les hablo de
nuestra tierra, de Toledo. Les hablo de las famosas tablas alfonsíes elaboradas
en la segunda mitad del siglo XIII por Alfonso X el Sabio y su equipo de
astrónomos en Toledo. Estas tablas, que muestran la posición de las estrellas,
constituyen el primer mapa astronómico elaborado en la Europa cristiana. Estas tablas
alfonsíes fueron estudiadas por el mismísimo Copérnico y resultaron
fundamentales en la formulación de su teoría heliocéntrica en 1543, la que
demuestra que no es el sol el que gira alrededor de la Tierra (como se creía
hasta entonces), sino a la inversa: es la Tierra la que gira alrededor del sol.
Mi buen amigo Carlos Elías, catedrático
de la Universidad Carlos III de Madrid, tiene una hipótesis que yo comparto
plenamente. Es la siguiente: no sería extraño pensar que antes que Copérnico,
algún astrónomo toledano hubiera estudiado las tablas alfonsíes y hubiera
llegado a la misma conclusión que Copérnico (es decir, que la Tierra gira
alrededor del sol) mucho antes que él. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ha
sido Copérnico quien ha pasado a la historia por su teoría heliocéntrica y no
estudiosos de siglos anteriores? Porque en época de Copérnico ya existía la
imprenta y, por tanto, pudo publicar masivamente sus hallazgos, a diferencia de
científicos anteriores. Todo esto nos lleva a pensar en la importancia que
tiene la publicación de las ideas. No es suficiente con tenerlas, también hay
que publicarlas. Eso es precisamente lo que hace el periodismo: construir la
realidad a partir de la publicación de relatos, de noticias. Lo que no se
publica, lo que no sale en los medios, no existe. El periodismo y la ciencia,
por tanto, comparten el mismo objetivo: buscar la verdad y hacerla pública.
A este fin le dedico actualmente un
porcentaje muy amplio de mi actividad investigadora como miembro de la Cátedra
Jean Monnet denominada “Unión Europea, Desinformación y Fake News”, otorgada
por la Comisión Europea, la única cátedra Jean Monnet concedida en España
enfocada en el estudio del Periodismo. Desde esta cátedra, realizamos
investigaciones sobre cómo ayudar a los medios de comunicación y, sobre todo, a
la ciudadanía a combatir las noticias falsas, evaluar su impacto en nuestra
sociedad y proponer posibles soluciones para esta problemática. Nuestras
democracias se fundamentan, entre otros aspectos, en la toma de decisión de los
ciudadanos a través de procesos electorales o referéndums, para los que la
ciudadanía debe obtener un conocimiento veraz de su entorno. Sin esa
información verídica, la ciudadanía corre el riesgo de tomar decisiones
basándose en una realidad manipulada, poniendo en peligro a nuestras sociedades
y a la misma idea de democracia. Proyectos de investigación como el nuestro
pretenden aportar luz en una etapa histórica como la actual, muchas veces
marcada por la oscuridad de las fake news, los discursos de odio y la
propaganda disfrazada de información que circula, sobre todo, en las redes
sociales.
Gran parte de mi relación con nuestras
ferias conecta con mi faceta de periodista en la radio municipal, vinculada
siempre al área de Cultura de nuestro Ayuntamiento. En la radio, las ferias
comenzaban mucho antes del 8 de septiembre. En junio, la compañera María José,
me encomendaba la corrección de las posibles erratas incluidas en los artículos
que posteriormente se publicaban en el programa de ferias. Este era un trabajo
que se prolongaba hasta la segunda o tercera semana de julio aproximadamente,
cuando el programa se enviaba a imprenta para que estuviera disponible a
mediados de agosto.
También recuerdo con cariño el programa
especial de ferias que emitíamos en la radio la mañana del 7 de septiembre.
Este programa durante muchos años tuvo la colaboración esencial de Félix
Rodríguez-Malo, quien venía a la emisora a ayudarme en las entrevistas a los
protagonistas de las fiestas. Quiero acordarme hoy también de la figura de
nuestro querido Félix, quien me dio la primera oportunidad de asomarme a los
micrófonos de la radio en su programa “El Deportivo”. Muchas gracias, Félix.
Muchas gracias, compañero.
Las ferias de Sonseca son memoria e
identidad. Pero, como decía al principio, también son unión. Unión producida
por un conjunto de símbolos que nos pueden emocionar o más o menos, pero son
símbolos que sin duda nos unen.
Nos unen esas notas musicales que desde
el día de San Agustín acompañan al Baile de la Bandera por las calles de
nuestro pueblo.
Hablando de San Agustín, lo que nos une
también es un cohete a destiempo (guste más o guste menos), porque, sí, la
controversia y la discusión también sirven para construir un espacio de debate
público esencial para los pueblos.
Lo que nos une es el recuerdo del que
se fue; algunos demasiado pronto, pero que reviven en nuestra memoria por
tantos buenos momentos vividos estos días.
Lo que nos une es la curiosidad por
conocer al nuevo Niño o Niña de la Bandera el día de la Octava (y por cuánto
dinero ha salido este año).
Lo que nos une es un vistazo más o
menos dedicado al programa de ferias, artículo de colección en no pocas casas
de Sonseca.
Lo que nos une es una visita en corta
peregrinación —propia o de alguno de nuestros familiares— a la ermita de la
Virgen de los Remedios, especialmente concurrida estos días.
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Luis Martín García, alférez de la Compañía de Alabarderos, baila la bandera de la Virgen. |
Lo que nos une es el pasodoble
“Alabardero”, himno oficioso de nuestras ferias, convertido en sintonía de
encuentros y momentos de alegría.
Lo que nos une es una verbena en baile
de septiembre, un elogio a la juventud en Coronación de Reina y Damas, un viva
en grito del alférez y una caricia al alma del devoto en Ofrecimiento.
Lo que nos une, en definitiva, es la
alegría compartida que nos embriaga cuando el gran telón de las ferias se
descubre.
Amigos, amigas, vivamos estas fiestas
2022 con intensidad, emoción y armonía. Hagámoslo por todo lo que nos une.
¡¡Viva las Ferias en honor de la Virgen
de los Remedios!!
¡¡Viva Sonseca!!