Don Martín, el día de San Agustín del 2010, ve bailar la bandera al alférez. |
MARTÍN AL CUBO
Se llamaba Martín. Martín Martín Martín. Bueno, realmente, el
último Martín era compuesto, Martín-Tereso, un apellido reciamente sonsecano.
Un hombre bueno. A decir de las gentes de Tucumán, entre las que vivió sus
últimos años, y que le quieren canonizar, un santo. Una de esas personas que
irradian paz, alegría, amor, a su alrededor. Uno de tantos hombres y mujeres
que, cruzando los mares y dejando nuestras tierras toledanas, han entregado su
vida al servicio de los demás. Figuras muchas veces desconocidas, de las que la
Historia apenas guarda recuerdo, pero que han contribuido a hacer de nuestro
mundo un lugar mejor, más humano, fraterno y solidario. Una contribución
oculta, pero quizá más eficaz que las actuaciones de los ‘importantes’, de los
que abren portadas o son ‘trending topic’ en las redes sociales.
Don Martín contemplando a la Virgen de los Remedios en el museo de su ermita en el 2006. |
Por eso quiero evocar hoy su figura. Porque estoy convencido de que una de las misiones de los historiadores es rescatar esas historias, esos personajes que no suelen aparecer en los libros, pero que son luz para los que se encuentran con ellos. Porque es de justicia que su paso por el mundo sea recordado y conocido.
Nació don Martín un 11 de noviembre, día de San Martín de Tours,
del año 1923 en Sonseca. En los turbulentos años de la Segunda República
ingresó, durante el curso 1934/35 en el Seminario Menor de Toledo, donde
estudió Humanidades hasta 1942, con la interrupción producida por la guerra
civil, continuando en el mismo la Filosofía y la Teología hasta que el último
curso, 1948, marchó a Salamanca, ingresando en la Hermandad de Sacerdotes
Operarios Diocesanos, que dirigían el Seminario toledano desde 1898, tras un
famoso motín, del que espero poder hablarles otro día, pues fue un episodio que
alteró la tranquila vida del Toledo finisecular.
Don Martín, José Luis López y don Victór en las clarisas de Madridejos. |
Ordenado sacerdote en 1949, y tras un primer destino en Sanlúcar de
Barrameda y luego en Segovia, marchó a América, donde permanecería el resto de
su vida, pasando por Uruguay, Brasil y Argentina. Aquí trabajó muchos años en
Tucumán, atendiendo al Seminario, colegios, parroquias, familias, ancianos, la
cárcel de mujeres. Y aquí falleció, de un infarto, el 25 de junio de 2011.
Don Martín y su papiroflexia, su afición para proporcionar regalos salidos de sus generosas manos. |
Conocí a don Martín siendo yo estudiante y luego, más tarde, en mis
años de Sonseca, donde él acudía los veranos que podía. Siempre irradiando
alegría y paz. Siempre dispuesto a servir y trabajar. Mi ‘reencuentro’ con él
fue el año pasado. Impartía yo un curso en Tucumán, en la Universidad, y un
domingo me acerqué al bonito cementerio de San Agustín. Allí estuve junto a su
tumba, en la que nunca faltan flores ni oraciones. El cariño que la gente le
profesa sigue vivo, el padre Martín es alguien presente en la vida de la
ciudad, aún después de muerto, y su fama de ‘santo’ no deja de extenderse por
Argentina.
Martín Martín Martín. Un sonsecano, un hijo de nuestra tierra de
repercusión universal.
Miguel Ángel Dionisio Vivas es licenciado en
Estudios Eclesiásticos (Facultad de Teología de Burgos), licenciado en
Geografía e Historia (UNED), licenciado en Antropología Social y Cultural
(Universidad Autónoma de Madrid), licenciado en Teología (Universidad San
Dámaso) y doctor en Historia (Universidad Autónoma de Madrid).
Estuvo de coadjutor varios años en la parroquia de Sonseca.
Actualmente es el director del Archivo Diocesano
de Toledo, ha sido elegido nuevo miembro numerario de la Real Academia de
Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
Estuvo de coadjutor varios años en la parroquia de Sonseca.