EL SACERDOTE, PROFESOR EN EL SEMINARIO DE TOLEDO Y SONSECANO DON JESÚS MANUEL GARCÍA - OCHOA DORADO PRONUNCIÓ UN HISTÓRICO (aunque él así no lo considera) Y EMOTIVO PREGÓN.
Gracias por cedernos el texto para divulgarlo por este sencillo blog y así se pueda disfrutar leyéndolo.
Don Jesús García-Ochoa dando el pregón junto a Gregorio Sánchez y Valentín Martín-Maestro, presidente de la Cofradía. |
Pregón de la romería de san
Gregorio Nacianceno
Sonseca, 12 de mayo de 2017
Saludo
En primer lugar
saludo a las autoridades municipales, al Sr alcalde y a los miembros de la
corporación municipal que están presentes.
Saludo muy cordialmente
al Sr. cura párroco, D. José Carlos, a sus vicarios parroquiales y demás
sacerdotes.
Saludo de manera
particular al Sr. presidente, a la junta directiva y a toda la Cofradía de san
Gregorio, que año tras año os esforzáis en mejorar esta romería y en cultivar
la devoción a san Gregorio en nuestro pueblo, tarea, dicho sea de paso, nada
fácil. Aprovecho este saludo para daros las gracias, en la persona de vuestro
presidente, por la deferencia que habéis tenido conmigo al elegirme para pronunciar
este pregón.
Introducción
No me es fácil,
aunque pudieran pensar lo contrario, hablar en público; y aún menos en un
ámbito que no se ajusta a las características de la homilía, la predicación o
la catequesis. Quiero, y lo intentaré,
que este pregón no suene a sermón de cura. Tampoco quiero que sea la expresión,
más o menos emotiva, de recuerdos de mi infancia; los recuerdos, si bien
podrían conmoverme interiormente, son tan personales, que más allá del ámbito
familiar o de amistad, podrían aburrir al auditorio o resultar incluso
ridículos.
Por tanto, quisiera
ajustarme a lo que es propiamente un pregón de fiestas; es decir, quiero anunciaros
a san Gregorio e invitaros a participar en la romería de manera que celebremos
con alegría las obras maravillosas con las que Dios ha intervenido en nuestra
historia a través del Santo que nos congrega; de manera que la convivencia estreche
los lazos que nos unen, permanezcamos en nuestras raíces cada vez con más firmeza,
y así enriquezcamos el patrimonio religioso y cultural de nuestro pueblo.
A esto es a lo que quiero dedicar estos minutos deseando que os resulte muy interesante; ya que se trata de nuestra fiesta, de nuestra romería, de nuestra tradición, de nuestra cultura, de nuestras raíces, de nuestra fe y de nuestra propia identidad.
La “Leyenda de san Gregorio”
Si queremos comprender
plenamente lo que nos reúne esta noche, debemos remontarnos a la “leyenda de
san Gregorio”. Una leyenda casi milenaria, que comenzó a forjarse en el siglo
XI y se fue enriqueciendo al paso de los años y de los siglos. Hasta que en el
año 1616, Constantino Gaetani, Abad benedictino, redacta el relato más completo
y elaborado de esta leyenda hasta entonces conocido.[1]
Cuando digo “leyenda de san Gregorio” no me refiero
a una fantasía, ni a un mito, sino a lo que significa etimológicamente la
palabra leyenda, es decir: la lectura edificante y piadosa de la vida de san
Gregorio.
Y cuenta esta leyenda
que siendo Gregorio un hombre lleno de virtudes, italiano de nación, entró en
la Orden Benedictina haciéndose monje, y llegó a ser el abad del monasterio de
los santos Cosme y Damián. El Papa Juan XVIII lo ordenó obispo para ocupar la
sede de la ciudad de Ostia en el año 1004. Más tarde le hizo cardenal y le
encomendó la biblioteca apostólica.
Entre tanto, las
tierras de Castilla sufrían una terrible plaga de langostas que devastaba, a su
paso, sembrados y cosechas, sin que nada pudiera impedirlo: ni oraciones, ni
votos ni sacrificios de las gentes.
A tal extremo llegó
el desastre, que se le mandó recado al papa, entonces Benedicto IX, haciéndole
saber la catástrofe, y suplicándole que elevara sus oraciones a Dios para que
las tierras de castilla se vieran liberadas de tal plaga.
El papa mandó ayunar
durante tres días. Y terminado el triduo, un ángel del cielo anunció al papa la
conveniencia de enviar a Gregorio a las tierras asoladas por la langosta. Plugo
al pontífice la propuesta del Cielo y envió a Gregorio a las tierras de
Castilla con algunos monjes y clérigos que le acompañaban.
Llegó el santo a
Calahorra, cuando una nube muy densa de langosta cubría los campos. Se
estableció allí. Su vida ejemplar y su predicación movieron a los habitantes de
aquella tierra a hacer penitencia, y con sólo su presencia aquella plaga de
langostas se desvaneció milagrosamente.
Gregorio llegó a Logroño, donde fue recibido
piadosamente. Y allí se reunió con él
Domingo, ermitaño santo que más tarde se conocería por “santo Domingo de la
Calzada”, y que se hizo discípulo de Gregorio.
Prosiguió su peregrinación predicando y llamando a la conversión de las costumbres, para que toda Castilla se viera liberada de la plaga. Y llegando a un lugar llamado Bureba, ocurrió un suceso que hacía patente la santidad de Gregorio: Llegada la hora de la cena, fatigados por el peso del día y el trabajo, Gregorio y sus discípulos se vieron faltos de todo alimento y obligados a pedir comida a los vecinos; mas nadie les daba de comer, por lo que entraron en un huerto de cierto militar y tomaron los frutos precisos para aliviar el hambre. Al enterarse el dueño, envió a su criado para que recuperara los frutos y los expulsara. Obedeciendo el criado al amo, sobre éste cayó un castigo divino y empezó a hinchársele todo el cuerpo hasta el punto de temer la muerte. Por lo que, arrepentido, llamó a Gregorio y a sus discípulos, les pidió perdón y les dejó comer en paz los frutos para saciar su hambre. Tal gesto de arrepentimiento hizo que el soldado recuperara la salud.
Ante tan gran beneficio, el soldado hizo voto de servir al
santo y de visitar su tumba cuando muriera, ofreciéndole oblaciones y dones.
Guardó el voto y mandó a sus herederos que lo cumplieran. Ante la curación del
soldado los habitantes del lugar comenzaron a ser más generosos en sus
limosnas.
Poco después llegaron a un pueblo llamado Fajola,
actualmente se llama Santo Domingo de la Calzada. Domingo, discípulo de
Gregorio, decidió construir una iglesia y la diseñó estrecha. San Gregorio, con
espíritu profético, le recomendó que la hiciera mayor, porque allí sería
enterrado su cuerpo y por su mediación se harían muchos milagros. Después de
cinco años en Castilla, Gregorio enfermó y consolando a sus discípulos voló al
cielo el 9 de mayo del año 1044, siendo papa Benedicto IX. En Logroño se ve la
casa donde murió.
Por no haberle
preocupado el lugar de su sepultura, mandó a sus discípulos que, puesto su
cadáver sobre un caballo, le dejaran marchar, y lo enterraran allí donde el
caballo cayera por tercera vez. Los discípulos pusieron el cuerpo en un féretro
sobre un caballo; salió de Logroño, tomó el camino real de Santiago y fue derecho
por la región llamada Las Cuevas, hasta el lugar de Mués. Allí cayó al suelo, donde
vemos la ermita de Santa María. Los discípulos, excepto Santo Domingo, que
había regresado al hospital construido en el castillo de Fajola, levantaron el
caballo y, habiendo caído por segunda y tercera vez, según la profecía de San
Gregorio, lo sepultaron cerca de la iglesia donde se guardan sus reliquias,
llamada de San Salvador de Pignalba, cuidada a la sazón
por un solitario de gran virtud y santidad. Éste, con los familiares del santo
y los habitantes del pueblo, enterró el cuerpo con muchas reliquias de mártires.
Aquí permaneció durante mucho tiempo, propagándose por todas partes la fama de sus
milagros, pues continuamente se curaban cuantos enfermos accedían a él: ciegos,
cojos, mudos, paralíticos, sordos, posesos por el demonio.
Transcurrido el
tiempo, sucedió por negligencia de los lugareños que, como ocurre con una joya
extremadamente guardada y oculta por un avaro, quedó tan escondido que, pasados
unos siglos, nadie podía indicar el lugar de su sepultura. Dios sembró la curiosidad
por saberlo en dos obispos. El de Pamplona, llamado Pedro, y el de Bayona,
Sancho. Regresando los dos de Santiago de Compostela, supieron en el templo de
Santo Domingo de la Calzada que San Gregorio había muerto en Logroño. Ansiosos
de saber dónde estaba, marcharon a Los Arcos. Conducidos a la iglesia que se
llama de San Salvador de Pignalba (éste fue siempre el
nombre del monte), convocaron a todo el clero de la región para descubrir el
lugar de la sepultura. Guardados tres días de ayuno, pidieron a Dios que se
dignara mostrárselo. Al tercer día, vieron con alegría y admiración descender
del cielo un rayo brillantísimo hacia el túmulo del santo. Accedieron a él y,
cavando la tierra, que exhalaba un olor suavísimo, hallaron el sagrado cuerpo
entre innumerables huesos de mártires.
Descubierto el
tesoro, dieron gracias a Dios y, cantando salmos e himnos mientras llevaban el cuerpo, lo pusieron en un
arca de madera.[2]
Hasta aquí la leyenda
de san Gregorio.
Como es evidente,
esta síntesis de la leyenda de san Gregorio, cuya traducción del latín nos
ofrece el historiador Roldán Jimeno Aranguren, podría conducirnos a pensar que
estamos hablando de un Gregorio que no es el Nacianceno. Y de hecho se ha pensado durante siglos que
eran dos hombres distintos: por un lado estaría nuestro Gregorio Nacianceno,
del siglo IV y padre de la Iglesia y por otro lado el san Gregorio, del siglo
XI, Obispo de Ostia y protector de los campos de Castilla contra las plagas de
langosta; aún hoy hay quien lo sostiene, pues no está esclarecido.
Sin embargo, una
lectura pausada y crítica de la leyenda descubre con facilidad todo lo fabuloso
y ficticio de la misma:
·
Los milagros prodigiosos e innecesarios
atribuidos a san Gregorio como el castigo del militar que les negaba los frutos
de su huerto; milagros, dicho sea de paso, con notas muy parecidas a las
narraciones evangélicas apócrifas.
·
Las fechas forzadas a coincidir con
efemérides de la vida de otro Gregorio, el Nacianceno; como por ejemplo la
fecha de su muerte que coincide con el día en que se celebraba antiguamente al
Nacianceno, ya que actualmente en toda la Iglesia se celebra el 2 de enero.
·
Los datos históricos excesivamente
generales
·
El uso del argumento de autoridad
echando mano de personajes históricos, como santo Domingo de la Calzada, para
dar veracidad al relato cuando los datos sobre los familiares del santo, a
pesar de ser mencionados, son extremadamente vagos.
San Gregorio Nacianceno es sacado en procesión por el prado el día de su Fiesta por la mañana |
Todo nos hace pensar que
la leyenda de san Gregorio es una composición ficticia que, por lo que luego
diré, parece una versión regional del Grande y Santo y único Gregorio
Nacianceno.[3]
A quien nosotros celebramos, y que ya a mediados del siglo IX había salido en
defensa de las gentes contra otra plaga de langostas.
Una versión regional
de san Gregorio Nacianceno tiene pleno sentido si tenemos en cuenta que podría responder
a un conato de los reyes y obispos del momento de darle a Navarra, un centro de
peregrinación, semejante al de Santiago de Compostela.
Habiendo visitado los
obispos de Pamplona y de Bayona el sepulcro del Apóstol que no hacía mucho
tiempo que se había descubierto y viendo los beneficios que podrían reportar a
Navarra un centro de peregrinación semejante al de Compostela, es fácil
comprender la finalidad última de la composición hagiográfica: justificar la
presencia de los restos de san Gregorio y animar a los fieles a visitarlos
buscando favores y sanaciones.
De aquí que finalmente
las reliquias de san Gregorio, descansaran en una fabulosa basílica barroca en
Sorlada (Navarra), que llegó a ser el centro de peregrinación más importante de
Navarra y uno de los más activos en la España en los siglos del XVI al XVIII.
La devoción a san
Gregorio en España.
Lo que no es un mito
ni una fantasía es la devoción popular que se profesaba a san Gregorio a lo
largo y ancho de toda la Península Ibérica como protector contra las diversas plagas
que arrasaban los campos.
El párroco, don José Carlos Arellano, celebró por primera vez la misa de la romería de San Gregorio. |
Una devoción que no
es mero sentimiento individual ni prácticas de piedad más o menos aislada o
periódica, sino una devoción manifestada de diversas maneras, y ninguna de
ellas desdice de una devoción verdadera y profunda:
La creación de
numerosas cofradías bajo el amparo y la protección de san Gregorio distribuidas
por toda la geografía de Castilla, Extremadura, la Mancha, Valencia,
Andalucía,…
La Basílica construida
en Sorlada (Navarra), y anteriormente mencionada, se costeó a través de los
pingües donativos que salían de pueblos, aldeas y de las mismas cofradía con
ese fin; por lo cual la misma Basílica es expresión plástica de una devoción en
toda España.
La cantidad de gentes
de toda España que llegaban hasta las reliquias de san Gregorio, buscando un
agua milagrosa: el agua que habiendo pasado por sus restos, custodiados en un
relicario con forma de cabeza coronada con una mitra episcopal, se convertía en
un agua prodigiosa la cual contenía la virtud de acabar con las plagas que
periódicamente asolaban los campos.[4] El agua
no se entregaba a cualquiera, sólo a quien portaba una carta de recomendación
del obispo en la que quedaba de manifiesto la identidad de quien solicitaba el
agua y el lugar en el que iba a ser derramado; de manera que si la cofradía de
san Gregorio, de Sonseca, llegó en algún momento hasta las reliquias buscando
el agua milagrosa para asperjar los campos y liberarlos de las plagas, debe
estar registrado en los archivos de la basílica, en las relaciones
interminables de los nombres de los diversos pueblos y ciudades que solicitaban
el agua milagrosa. Tales peregrinaciones procedentes de infinidad de puntos
geográficos buscando el agua milagrosa son expresión de una verdadera devoción.
Pero quizás la prueba
más clara de la devoción profunda a san Gregorio en Toda España, se nos ofrece
a mediados del siglo XVIII, cuando con motivo de una terrible plaga en el año 1755-1756
las reliquias de san Gregorio salen de su basílica y peregrinaron 2500 kms,
durante 130 días, y cuyo trazado nos transmite Armando Alberola Romá[5] y,
entiendo que no es descabellado pensar que pasaran por Sonseca, aunque no lo
específica, antes de regresar a Sorlada, el trazado pasa por la Mancha toledana
desde Extremadura.
Conclusión
Ante la objeción de
algunos que siembran dudas acerca de la identidad de nuestro san Gregorio,
planteando la pregunta si es el Nacianceno o no lo es, quiero decir a la luz de
lo anterior, que aquel Gregorio implorado en toda España durante siglos como
protector de nuestros campos y cosechas y que llaman el Ostiense o también
conocido como san Gregorio de Berruaza, es con toda probabilidad el mismo y
único san Gregorio Nacianceno, del siglo IV, uno de los padres capadocios,
oriundo de la actual Turquía.
San Gregorio colocado en las andas dentro de su ermita preparado para ser procesionado |
Sobre el origen de la devoción a san Gregorio Nacianceno en España hemos de decir, a mi parecer, que la misma leyenda que hemos conocido y que entiendo ser la fuente de las dudas sobre la identidad del Gregorio a quien veneramos, es paradójicamente la causa y principal motor que impulsa la devoción a san Gregorio como protector de nuestros campos y cosechas. Y a pesar de su escasa veracidad sin embargo sirve como medio de expansión del culto y la devoción a san Gregorio.
En tercer lugar,
quiero decir que cuando estudiamos nuestra historia y descubrimos a nuestros
antepasados invocando a los santos y al mismo cielo para
suplicar ayuda divina contra aquellos enemigos que excedían sus fuerzas… no
estamos descubriendo una humanidad fetichista y supersticiosa, sino una
humanidad religiosa, consciente de sus limitaciones y de su dependencia del
Buen Dios. San Gregorio Nacianceno, en nuestro pueblo, es prueba de ello.
Pancarta situada en la carpa que protege la entrada a la ermita. |
Y para terminar quisiera decir que la Romería de san Gregorio, que tanto ha evolucionado, sin embargo, siempre ha sido y debe seguir siendo una manifestación festiva y gozosa de una verdad de fe: que Dios siempre escucha nuestras súplicas y su cuidado sobre nosotros y nuestras cosas es incansable. Y fruto de esta verdad de fe, es una alegría sana, que crece cada día, y que inflama los corazones de los creyentes en una confianza total en el buen hacer de Dios y en una incesante fiesta de fraternidad entre nosotros.
¡Viva san Gregorio
Nacianceno!
[1] Jimeno
Aranguren, Roldán. Configuración de una identidad hagiográfica popular: la
leyenda de san Gegorio Ostiense.
[2] Copiada
casi literalmente del trabajo anteriormente citado, e introduciendo alguna
glosa que he entendido necesaria. Cfr. Jimeno Aranguren, Roldán. Configuración
de una identidad hagiográfica popular: la leyenda de san Gegorio Ostiense.
[3] Hermoso
de Mendoza, Javier, “San Gregorio Ostiense”, www.estella.info
[4] Ídem.
[5] Alberola
Romá, Armando, “Plagas de langosta y clima en la España del siglo XVIII,
Universidad de Alicante. Barragán Landa, Juan José, “Las plagas del campo
español y la devoción a san Gregorio Ostiense”