Como cada año desde 1983, salvo el 2020 debido a la pandemia, el 7 de septiembre, día de la víspera de la fiesta mayor en honor de la Virgen de los Remedios, se da el pregón, acto relevante, inicio de unos días de encuentro entre paisanos y visitantes en torno y motivo de nuestra patrona.
David me lo pasa gentilmente por el correo electrónico para sea incluido en este su blog y así propagarse al mundo mundial y poderse leer las veces que consideremos.
DON DAVID GARCÍA MARÍN, PREGONERO DE LAS FERIAS Y FIESTAS 2022 |
Caer podrá la noche prisionera,
con la esperanza abatida y postiza,
que en mi Sonseca nunca quebradiza,
hondo, valiente y con fervor se espera
a una Madre en Remedios compañera,
a la tierna inocencia primeriza,
al clarinete en banda encontradiza,
sordo, en nocturna salve caballera.
Arte que en industria es ya religión,
identidad de todos, realengo,
al hablar de raíz, con emoción.
Que no es fingido, mas es confesión,
que el propósito en arraigo tengo
de proclamar la dulce tradición.
Cuando el alférez alza su bandera,
cuando el corazón del pueblo se eriza,
rotos, al alba izan la faz ligera.
Donde la luz del cohete es primera,
donde la vida se olvida plomiza,
anuncia septiembre fiesta castiza,
devotos, en tierra seca y escudera.
Alma que en Ofrecimiento es pasión,
luna en verbena, que ya es de abolengo,
sangre de rifa, que ya es corazón.
Que no es capricho, mas es la razón,
con afán, permiso a pedirles vengo
con este soneto, abrir el pregón.
Señor alcalde, concejal de Cultura, miembros de la Corporación Municipal, presidente de la Diputación de Toledo, autoridades que nos honráis con vuestra presencia, jueza de paz, párroco y sacerdotes de nuestra feligresía, administrador y miembros del Patronato de la Virgen de los Remedios, alférez y Compañía de Alabarderos, Reina y Damas, Niño de la Bandera, director y miembros de la Banda de Música, presentadora de este acto y tantos años compañera, personal técnico del auditorio, sonsecanos, sonsecanas y vecinos de otras localidades:
Buenas noches a todos y todas.
En primer lugar, quiero mostrar mi mayor agradecimiento al Ayuntamiento de Sonseca y, como máximo representante, a nuestro alcalde, Sergio Mora, por la invitación a pregonar las ferias y fiestas de nuestro querido pueblo, un encargo que jamás pensé que tendría el honor de acometer y dudo que merezca, dada la enorme cantidad de personas que podrían realizar esta labor de proclamar la llegada de una nueva edición de nuestros festejos patronales. Por ello, mi absoluta gratitud por la oportunidad de compartir estas palabras con todos ustedes. Jamás olvidaré este momento. Gracias, muchas gracias, por la invitación y a ustedes por haber venido.
Pregonar unas ferias es construir un pueblo con palabras. Es coserlo con el hilo de la tradición. Es pronunciarlo con la voz de su cultura. Ser pregonero de nuestras fiestas en honor de la Virgen de los Remedios constituye, por tanto, un gran honor. No solo por lo que representa el propio acto, por su simbolismo, sino también por el hecho de ser ésta una comunicación que se produce de forma oral. La comunicación oral, la palabra dicha, ha sido el instrumento de trabajo que he utilizado durante 15 años en Sonseca. Además, a escasos metros de este escenario, en nuestra emisora municipal. No deja de ser ciertamente poético que vuelva a dirigirme a mi pueblo también desde un micrófono y a través de un acto de comunicación basado en la oralidad.
Los pregones nacieron con un fin comercial al objeto de impulsar la venta callejera de todo tipo de productos, por lo que se pueden considerar precedentes de la publicidad de nuestros días. De ahí, evolucionaron hacia un fin informativo con el objetivo de anunciar cuestiones de interés público, por lo que se pueden considerar también antecedentes del periodismo radiofónico. Es por ello que me siento como el catedrático de la Universidad de Salamanca Fray Luis de León en esa famosa anécdota que afirma que cuando en 1576 regresó a las aulas tras pasar 5 años en la cárcel pronunció, en su primera clase, la célebre frase “Decíamos ayer…”. Según algunos historiadores, esto nunca sucedió, pero la anécdota se ha hecho tan famosa, se ha contado tantas veces y ha calado tanto en el imaginario cultural español, que se considera totalmente veraz. La comunicación de esta anécdota generación tras generación se ha realizado en muchas ocasiones de forma oral, mostrando la fortaleza del boca a boca en la transmisión de la cultura.
Mi pasión por la comunicación verbal y, por tanto, por la radio, viene de mi convencimiento de que a través del habla y del diálogo llegamos al conocimiento del mundo y de la vida. Primero, aprendemos a entender y hablar nuestro idioma. Más tarde, aprendemos a leer y escribir. Hace siglos, el elemento clave de la transmisión de la sabiduría en la cultura humana era el hecho de formar un discurso y debatirlo de forma oral en público. Muchos de los saberes populares —las canciones, las poesías o los refranes— son géneros que proceden de la cultura oral, fundamental para entender las tradiciones de los pueblos. Por eso, actos como este pregón —basados en la palabra hablada— están profundamente enraizados en los festejos patronales de cada localidad. Somos culturas orales.
El alcalde de Sonseca, don Sergio Mora Rojas, le entrega una plaga de recuerdo como pregonero. |
Cuando pensamos en nuestras ferias y fiestas, evocamos fundamentalmente tres ideas que vertebrarán este pregón: memoria, identidad y unión. En primer lugar, las Ferias de la Virgen de los Remedios nos ayudan a construir nuestra memoria colectiva como pueblo. Dice la canción: “Cuando pones perlas en el collar de Vivienne / es diferente, ya no son perlas / Cuando los cubitos de hielo ya no es agua / ahora es hielo, se congela / Cuando es de noche en el cielo / y se vuelve de día, ya todo eso cambió / Cuando el caballo entra a Troya / tú te confías y ardió”. Este es el comienzo de Saoko, una de las últimas canciones de Rosalía. Es una canción que habla sobre una idea fundamental para entender nuestras ferias: la necesaria transformación sin variar las esencias, aquello que permanece a lo largo del tiempo. Nuestras ferias y fiestas han sabido transformarse en lo accesorio, adaptarse a los tiempos; pero a la vez mantener el sustrato esencial, su razón de ser y su importancia en el devenir de Sonseca. En definitiva, las ferias siguen manteniendo aquello que permanece en la memoria, aquello que atraviesa los avatares del tiempo.
La memoria que todos tenemos sobre estas fiestas se remonta irremediablemente a nuestra época de niños. Alguien dijo que nuestra verdadera patria es la infancia. En mi caso, evoca un Sonseca industrial de los años 80 y 90 con calles más vacías de coches y más llenas de niños. Los recuerdos me devuelven una vida que transcurría entre la escuela, la calle y el campo de fútbol Martín Juanes, donde muchos niños de mi generación pasábamos muchas horas de entrenamiento durante la semana y de partido los sábados y domingos. Para nosotros, ese espacio de deporte y compañerismo que era la cantera del C.D. Sonseca, llamada entonces A.D. Diana, representaba mucho más que la mera práctica de ejercicio. Fue una escuela de valores, de superación personal y de aprendizajes sobre la victoria y la derrota.
Inolvidables son los nombres de aquellos equipos de alevines entre los que se encontraba el Hermanos Palencia, el Manufacturas Aguado, el Renault, el Viriato (que más tarde pasaría a llamarse Bartosa) y el que fue mi equipo, el Yoplait, entrenado por el señor Ángel que, por la amistad y confianza que seguimos teniendo, me siento autorizado para nombrarle por su mote: “Ángel Remellao”. De los alevines pasábamos a los infantiles, categoría en la que había menos equipos, pero más competitividad fruto de la mayor edad que teníamos. Mi equipo en infantiles fue el Guillamen, entrenado por nuestro querido “Indiana”, en cuyo segundo año logramos ganar la liga. También hay que decir que en copa nos fue bastante mal. Era la temporada 1993/94.
Uno de los momentos más especiales de aquellas temporadas era la entrega de premios que en verano la A.D. Diana organizaba en la plaza de la Virgen. Durante varios años, vinieron grandes figuras del fútbol nacional, sobre todo gracias a la colaboración de la entrañable Peña Iríbar del Athletic de Bilbao, a la que yo personalmente le tenía mucho cariño ya que el señor Ángel Cerdeño, que fue su presidente durante muchos años, era mi peluquero y siempre que iba a cortarme el pelo me quedaba maravillado con esa impresionante fotografía que presidía la peluquería en la que se veía a Iríbar haciendo una espectacular parada. Después del Martín Juanes, no había en Sonseca un lugar más futbolero que la peluquería de Ángel. Era un espacio donde siempre se hablaba de fútbol. Un lugar repleto de fotografías con leyendas del Athletic de Bilbao y esa majestuosa imagen de Iríbar en estirada imposible sacando el balón de la mismísima escuadra.
Como decía, gracias al apoyo de esta peña vinieron a entregar los premios de la A.D. Diana figuras como Andoni Goikoetxea; el mismísimo presidente de la Federación, Ángel María Villar; y el jugador español más cotizado de la época, Julen Guerrero, que estuvo acompañado de su hermano José Félix y de nuestro paisano Fernando Morientes, que en aquella época iniciaba una más que prometedora carrera. Gracias al blog de Salva Peces, he podido recuperar la fecha de ese evento: 1 de julio de 1994. Recuerdo que para esa entrega de premios, yo llevaba puesta una sudadera blanca de los Chicago Bulls, el equipo de baloncesto de la NBA donde jugaba el mítico Michael Jordan. Cuando subí al antiguo kiosko de la feria para recibir la medalla, a Julen Guerrero le llamó la atención la sudadera y me dijo sonriendo: “Buen equipo, espero que tengas tan buen gusto para el fútbol y seas del Athletic”.
Cuando eres niño, las ferias funcionan como una especie de rito de paso que nos hace ser conscientes del transcurrir del tiempo. No solo del tiempo relacionado con las diferentes etapas del año (la feria marca el final del verano y el inminente inicio del curso escolar), sino también del tiempo vital. Para los adolescentes de mi generación, la feria suponía uno de los primeros espacios de libertad donde comenzabas a dejar de sentirte niño: había permisos para disfrutar hasta más tarde, y más dinero en el bolsillo para gastar en las diversas posibilidades que el ferial ofrece. En este sentido, recuerdo una feria de mediados de los 90 cuando mi hermano Sergio invirtió todo el dinero que mis padres le dieron en comprar cromos de la Liga, que eran vendidos en los dos pequeños puestos de chucherías que había en la plaza de la ermita junto a los Arcos. Era tal la cantidad de estampas que acumuló que apenas podía andar con los bolsillos del pantalón llenos, con el consiguiente reclamo para otros chavales coleccionistas a fin de intercambiar las estampas “repes” que a mi hermano le sobraban. Ese año, Sergio completó el álbum entero de la Liga, con los fichajes de última hora incluidos, que había que pegar encima de otros cromos por falta de espacio en el propio álbum.
Escribir un pregón como este constituye un ejercicio de memoria esforzado y necesario. Casi terapéutico. Gracias a este ejercicio, podemos comprobar cómo han cambiado las formas de vivir la feria, incluso en poco espacio de tiempo. Una de las prácticas habituales que existían entre la juventud de los 90 y principios de los 2000 era buscar hacia mediados de agosto un chiringuito donde pasar los días previos a la feria y las propias fiestas. Las pandillas de amigos y amigas nos embarcábamos en la búsqueda de un local, siendo los más cotizados aquellos más cercanos al ferial. Lo ideal era alquilarlo, como decimos en Sonseca, “de 15 a 15” (de 15 de agosto a 15 de septiembre) para que diera tiempo a limpiarlo y acondicionarlo antes de los días grandes. El objetivo era que cubriera todos los días de feria y algún día extra después de la Octava a fin de recogerlo todo. Los chiringuitos nos daban mucho juego los días de feria: eran lugares donde pasar más tiempo con los amigos y donde reposar un poco en caso de cansancio dentro del ritmo frenético con el que vivíamos aquellos días. En nuestra cuadrilla, realizábamos lo que llamábamos la ITC, la Inspección Técnica de Chiringos, que no era otra cosa que la visita a aquellos chiringuitos de conocidos y, sobre todo, de alguna amiga o amigo en busca de que nos invitaran o de (y esto era lo más habitual) intentar ligar con el chico o chica que nos gustaba. Para qué engañarnos, también en algunas ocasiones (no muy numerosas, afortunadamente) estos chiringuitos suponían un pequeño foco de conflicto con los vecinos, pero que yo recuerde nunca se produjo ningún problema especialmente serio.
El peso de la memoria le da forma a los ritos que, a su vez, terminan aquilatando las tradiciones. Y es la tradición la que configura la identidad de los pueblos. En una era de globalización como la actual los pueblos son aparentemente muy parecidos entre sí, salvo en una cosa: sus tradiciones y su cultura. Lo demostraremos con la siguiente frase: “Después de enferiar a los niños, el muñidor dio por concluida la Rifa de la Bandera y así terminamos la Octava”. Esta frase no la entiende nadie, salvo que seas de Sonseca, vivas en Sonseca o tengas mucha relación con Sonseca. Vemos, por tanto, cómo, a través de la tradición y la cultura, nuestro pueblo se diferencia del resto, adoptando una identidad propia.
Esa identidad colectiva de nuestro pueblo nos influye a todos y todas. Parte de quienes somos depende del espacio que compartimos, del lugar donde vivimos, que sin duda forja nuestro carácter. Sin embargo, el elemento más importante para la construcción de la identidad propia es la familia. Yo no estaría aquí si no fuera por el mejor consejo que mis padres me dieron de niño: “David, intenta superarte cada día”.
Mis padres, Julio y María del Carmen, vivieron muchos años en el campo, en chozos, debido al trabajo de mis abuelos: carbonero mi abuelo paterno, Leoncio, casado con mi abuela Trini; y pastor mi abuelo materno Eugenio, Felicia su esposa, mi abuela. Fruto de la reconversión económica, laboral y social que vivió nuestro pueblo hace varias décadas, mis padres fueron obreros de esa incipiente Sonseca industrial desde la segunda mitad de los años 60. Mi padre, carpintero. Mi madre, trabajadora del textil. De mis padres sigo aprendiendo algo nuevo todos los días. Han sido y siguen siendo mis mejores maestros. Espero, junto a mi pareja Rosi, ser tan buen maestro para mi hijo Fabio como ellos lo son conmigo.
Por ello, una de las cosas de las que más orgulloso me siento es de mis orígenes. De pertenecer a la clase trabajadora. La mía es una de las innumerables familias de la Sonseca obrera que, con sus manos como dice el himno de nuestro pueblo, labraron un “futuro de progreso” para las generaciones posteriores. Sirvan estas palabras para reconocer públicamente la importancia vital de esas generaciones de obreros y obreras sonsecanos y sonsecanas, nuestros padres y abuelos, trabajadores esforzados de la madera, el textil, el mazapán y otros sectores que, desde mi punto de vista, son uno de los grandes orgullos de nuestra tierra.
Esteban Martín García, ayudante de la Compañía de Alabarderos, baila la bandera de la Virgen. |
La identidad también la otorga el trabajo que realizas a lo largo de tu vida. A qué le dedicas el tiempo. Durante la mayor parte de mi vida, trabajé aquí en Sonseca como periodista, un oficio que décadas atrás contaba con un gran prestigio, pero que quizá ahora se encuentra en entredicho. Sin embargo, no me cabe ninguna duda de que el periodismo bien ejercido es una actividad fundamental para el sustento de la democracia y de la sociedad actual.
Para mostrar a mis alumnos la importancia que tiene el periodismo en nuestra sociedad siempre les hablo de nuestra tierra, de Toledo. Les hablo de las famosas tablas alfonsíes elaboradas en la segunda mitad del siglo XIII por Alfonso X el Sabio y su equipo de astrónomos en Toledo. Estas tablas, que muestran la posición de las estrellas, constituyen el primer mapa astronómico elaborado en la Europa cristiana. Estas tablas alfonsíes fueron estudiadas por el mismísimo Copérnico y resultaron fundamentales en la formulación de su teoría heliocéntrica en 1543, la que demuestra que no es el sol el que gira alrededor de la Tierra (como se creía hasta entonces), sino a la inversa: es la Tierra la que gira alrededor del sol.
Mi buen amigo Carlos Elías, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, tiene una hipótesis que yo comparto plenamente. Es la siguiente: no sería extraño pensar que antes que Copérnico, algún astrónomo toledano hubiera estudiado las tablas alfonsíes y hubiera llegado a la misma conclusión que Copérnico (es decir, que la Tierra gira alrededor del sol) mucho antes que él. Entonces, la pregunta es: ¿por qué ha sido Copérnico quien ha pasado a la historia por su teoría heliocéntrica y no estudiosos de siglos anteriores? Porque en época de Copérnico ya existía la imprenta y, por tanto, pudo publicar masivamente sus hallazgos, a diferencia de científicos anteriores. Todo esto nos lleva a pensar en la importancia que tiene la publicación de las ideas. No es suficiente con tenerlas, también hay que publicarlas. Eso es precisamente lo que hace el periodismo: construir la realidad a partir de la publicación de relatos, de noticias. Lo que no se publica, lo que no sale en los medios, no existe. El periodismo y la ciencia, por tanto, comparten el mismo objetivo: buscar la verdad y hacerla pública.
A este fin le dedico actualmente un porcentaje muy amplio de mi actividad investigadora como miembro de la Cátedra Jean Monnet denominada “Unión Europea, Desinformación y Fake News”, otorgada por la Comisión Europea, la única cátedra Jean Monnet concedida en España enfocada en el estudio del Periodismo. Desde esta cátedra, realizamos investigaciones sobre cómo ayudar a los medios de comunicación y, sobre todo, a la ciudadanía a combatir las noticias falsas, evaluar su impacto en nuestra sociedad y proponer posibles soluciones para esta problemática. Nuestras democracias se fundamentan, entre otros aspectos, en la toma de decisión de los ciudadanos a través de procesos electorales o referéndums, para los que la ciudadanía debe obtener un conocimiento veraz de su entorno. Sin esa información verídica, la ciudadanía corre el riesgo de tomar decisiones basándose en una realidad manipulada, poniendo en peligro a nuestras sociedades y a la misma idea de democracia. Proyectos de investigación como el nuestro pretenden aportar luz en una etapa histórica como la actual, muchas veces marcada por la oscuridad de las fake news, los discursos de odio y la propaganda disfrazada de información que circula, sobre todo, en las redes sociales.
Gran parte de mi relación con nuestras ferias conecta con mi faceta de periodista en la radio municipal, vinculada siempre al área de Cultura de nuestro Ayuntamiento. En la radio, las ferias comenzaban mucho antes del 8 de septiembre. En junio, la compañera María José, me encomendaba la corrección de las posibles erratas incluidas en los artículos que posteriormente se publicaban en el programa de ferias. Este era un trabajo que se prolongaba hasta la segunda o tercera semana de julio aproximadamente, cuando el programa se enviaba a imprenta para que estuviera disponible a mediados de agosto.
También recuerdo con cariño el programa especial de ferias que emitíamos en la radio la mañana del 7 de septiembre. Este programa durante muchos años tuvo la colaboración esencial de Félix Rodríguez-Malo, quien venía a la emisora a ayudarme en las entrevistas a los protagonistas de las fiestas. Quiero acordarme hoy también de la figura de nuestro querido Félix, quien me dio la primera oportunidad de asomarme a los micrófonos de la radio en su programa “El Deportivo”. Muchas gracias, Félix. Muchas gracias, compañero.
Las ferias de Sonseca son memoria e identidad. Pero, como decía al principio, también son unión. Unión producida por un conjunto de símbolos que nos pueden emocionar o más o menos, pero son símbolos que sin duda nos unen.
Nos unen esas notas musicales que desde el día de San Agustín acompañan al Baile de la Bandera por las calles de nuestro pueblo.
Hablando de San Agustín, lo que nos une también es un cohete a destiempo (guste más o guste menos), porque, sí, la controversia y la discusión también sirven para construir un espacio de debate público esencial para los pueblos.
Lo que nos une es el recuerdo del que se fue; algunos demasiado pronto, pero que reviven en nuestra memoria por tantos buenos momentos vividos estos días.
Lo que nos une es la curiosidad por conocer al nuevo Niño o Niña de la Bandera el día de la Octava (y por cuánto dinero ha salido este año).
Lo que nos une es un vistazo más o menos dedicado al programa de ferias, artículo de colección en no pocas casas de Sonseca.
Lo que nos une es una visita en corta peregrinación —propia o de alguno de nuestros familiares— a la ermita de la Virgen de los Remedios, especialmente concurrida estos días.
Luis Martín García, alférez de la Compañía de Alabarderos, baila la bandera de la Virgen. |
Lo que nos une es el pasodoble “Alabardero”, himno oficioso de nuestras ferias, convertido en sintonía de encuentros y momentos de alegría.
Lo que nos une es una verbena en baile de septiembre, un elogio a la juventud en Coronación de Reina y Damas, un viva en grito del alférez y una caricia al alma del devoto en Ofrecimiento.
Lo que nos une, en definitiva, es la alegría compartida que nos embriaga cuando el gran telón de las ferias se descubre.
Amigos, amigas, vivamos estas fiestas
2022 con intensidad, emoción y armonía. Hagámoslo por todo lo que nos une.
¡¡Viva las Ferias en honor de la Virgen
de los Remedios!!
¡¡Viva Sonseca!!