Manuel
López Rielves (1908-1987), “don Manuel”, – como era conocido más cordial y
respetuosamente por muchos de los que le conocían – nació en Sonseca, un 22 de
noviembre de 1908, en el seno de una familia muy humilde, y fue el mayor de los
cinco hermanos: su padre, Inocente, era cardador de lanas en una de las fábricas tradicionales de la
localidad, y su madre, Ambrosia, además de atender las necesidades del hogar,
cosía y planchaba para otras familias para ayudar a la precaria economía
doméstica.
Manuel,
de niño, destacó en sus estudios
primarios, y únicos, que se cursaban en aquel entonces en las escuelas públicas
de Sonseca. Su maestro –creemos recordar que fue D. José López Ahijado-
recomendó vivamente a su padre, Inocente, que le procurara estudios a mayor
nivel, por su capacidad e interés que mostraba, posibilidad que, en principio,
no pudo satisfacer por la situación de su economía referida.
Siendo
niño aún - a sus trece o catorce años -,
para sustento propio y alivio de la carga familiar, fue enviado a la localidad
de Menasalbas, relativamente próxima a Sonseca, para trabajar como dependiente
en una tienda de comercio – de “ultramarinos”, se decía entonces -, donde el
amplísimo horario, la desigualdad de la intensidad de trabajo durante el día y
la buena disposición de su patrón, le permitió ir avanzando en sus estudios –
“a primeras horas de la mañana [de madrugada] cuando los campesinos hacían
acopio y salían para sus tierras, y a su regreso, ya al atardecer, era cuando
se acumulaba el trabajo, entre tanto disponía de tiempo para estudiar”, nos
decía muy posteriormente a sus hijos. El hecho es que de este modo, y
posiblemente con alguna ayuda familiar, pudo ir completando sus estudios de
manera que, en Julio de 1927, a sus dieciocho años, obtuvo el título de Maestro
de Primera Enseñanza en la Escuela Normal de Magisterio de Toledo.
En la Escuela Pública
Su primer
destino como Maestro fue una escuela pública del pueblecito Villambrán de Cea,
en la provincia de Palencia, donde llegó tras largo viaje que, en su última
etapa, lo fue a lomos de caballería. Era un pueblecito pobre del que aún
conservamos la fotografía de nuestro padre rodeado de sus alumnos, niños y
niñas, unidos felizmente en su pobreza. Muchos
años después, en viaje a Galicia de la familia, nuestro padre quiso
pasar por el pueblo, donde se reencontró con antiguos alumnos y convecinos que
se alegraron enormemente de su visita.
Don Manuel con unos amigos en Palencia |
En este
pueblecito tuvo que comprometerse con la práctica republicana – la II
República, ya proclamada- en lo que se refiere
al laicismo en la Escuela: la enseñanza religiosa no se imparte en las escuelas
– el Estado definido en la constitución republicana es neutral en lo religioso
– lo que no impidió que llegara a
acuerdos con el párroco local: “después del horario escolar, en los días
convenidos, conducía a los alumnos, cuyos padres así lo aceptaran, a la iglesia
donde el párroco les instruía en su fe.”, nos decía. Se separaba así la
neutralidad pública del Estado en su ámbito, y el derecho personal privado a
recibir instrucción religiosa, en el otro. Ochenta años más tarde, la España
democrática derivada de la Transición, no ha sido capaz de dar una solución
satisfactoria a este problema.
Don Manuel con un grupo mixto cuando ejerción en tiempos de ls II República. |
También
de estas tierras, un triste recuerdo posterior para nuestro padre: tras la
sublevación militar fascista de 1936, elementos radicales de los sublevados
llevaron a cabo, en tierras de Galicia y León, numerosos fusilamientos de
Maestros republicanos, por el mero hecho de la importancia que concedió la
República a la instrucción pública y el entusiasmo de éstos en aplicarla: “yo
hubiera podido ser uno de ellos de permanecer allí”, nos comentaba muchos años
posteriormente.
Antes de
la Guerra Civil pudo ejercer su magisterio en tierras más próximas a su origen:
posiblemente nos falte algún pueblo y, sin duda, también el orden, pero es
seguro que lo impartió en Los Yébenes,
en Yuncler y en Las Mesas (Cuenca). Estando destinado en este último lugar le
sorprendió la sublevación militar contra la República.
La Guerra Civil
No
conocemos la adscripción política partidista de nuestro padre en esta época.
Sabemos de su valoración fundamental de la democracia, como sistema político,
de su afinidad con el régimen republicano, y de su adhesión a las reformas
emprendidas por el mismo, singularmente
en lo referente a la educación, base de la igualdad y del progreso de la
mayoría de la población, a las que a la República dio un gran impulso, y a
otras reformas sociales y económicas de gran calado. A juzgar por sus
comentarios y por sus lecturas, era posiblemente un seguidor de un
republicanismo liberal e ilustrado que tenía en Ortega y Gasset, Miguel de
Unamuno y Antonio Machado sus referentes.
En Las
Mesas, en plena La Mancha, en la que el dominio republicano se perpetuó en
buena parte de la guerra, y donde las tensiones de clase, largamente larvadas,
y derivadas de la desigual posesión de la tierra fueron objeto, en los primeros
momentos, de venganzas sangrientas contra los sublevados, no llegaron a
producirse. La participación o la influencia de nuestro padre en esta
actuación, legal y humanitaria, no la conocemos por testimonios directos,
aunque indirectamente si nos ha llegado. “¿Es que en este pueblo no se mata a
nadie?”, llegó a reclamar amenazante un dirigente revolucionario en visita de
inspección al pueblo. Por otra parte queda fuera de toda duda la participación
de nuestro padre en la acogida y protección en Las Mesas de personas –
familiares, amigos y conocidos- de Sonseca que, por su significado político o
militancia religiosa, hubieran estado en peligro de perder su vida si hubieran
permanecido en nuestra localidad, como desgraciadamente sucedió.
Con el
avance de la contienda civil, nuestro padre fue movilizado militarmente y
destinado al frente de Guadalajara, con el grado de teniente –había alcanzado
el de Sub-oficial en el servicio militar- y ejerciendo el mando de una compañía
con el grado de capitán. La derrota militar de la República supuso, tras la
rendición de su ejército, la reclusión de los perdedores, oficiales y tropa, en campos de concentración
que, en el caso de nuestro padre lo fue en el de Santa María de Huertas
–Zaragoza-. Allí hubo de permanecer los meses necesarios hasta que los
“certificados” de los victoriosos no pudieran certificar otro testimonio en su
contra que no fuera que el de haber permanecido fiel a la legalidad de la
República, es decir lo que aquéllos, con total
desvergüenza y sarcasmo, denominaron delito de “auxilio a la rebelión”.
La
consecuencia más inmediata de su lealtad republicana fue la desposesión –como
lo sería la de muchos de sus homólogos republicanos- de su plaza y cargo en el
Magisterio por el nuevo régimen dictatorial establecido. Fue tan cuantiosa y
significativa la “depuración” que los nuevos jerarcas, ante las plazas sin cubrir,
hubieron de acudir de nuevo a los depurados, que hubieron de jurar los
principios fundamentales del nuevo régimen –condición indispensable- a lo que
nuestro padre se negó, quedando fuera definitivamente del Magisterio público.
La nueva realidad
La nueva
situación personal, tras la contienda, obligó a nuestro padre a reorganizar su
vida laboral: clases particulares en una situación de penuria generalizada, y
trabajos ocasionales, después definitivos, como administrador y gestor de una
fábrica de mazapán local, y también su vida familiar: se casó con la que habría
de ser nuestra madre, Sofía Cerdeño García-Aranda. En lo que se refiere a su
actividad pública en este período, se produjeron algunos hechos:
Se abrió
La Academia, en el año 1944, sin más apelativos conocidos, como lugar de
enseñanza del bachillerato para alumnos que se presentarían como “alumnos
libres” en el Instituto de Bachillerato de Toledo, única entidad de esta
naturaleza en la provincia.
Formó
parte de su claustro de profesores, impartiendo matemáticas, junto con D.
Cástor –cura párroco de Sonseca-, D. Juan Alonso, D. Jesús Climent, D. Faustino
–maestros- D. Antonio López –su hermano, licenciado en Derecho, y primer
director de la misma- y, tal vez, algunos más que lamentamos no poder recordar.
Estaba situada en la calle de La Unión, en el lugar ocupado hoy por el bar
“Dolce Vita” y, antes, “Parnaso”.
Cuantitativamente
el alumnado era reducido –la precariedad de la posguerra fue proverbial- pero
fue significativo el papel que dichos alumnos desempeñaron posteriormente, con
los años, en su desarrollo personal, y en el educativo, cultural y económico de Sonseca [1],
manteniendo con los mismos, en la mayoría de los casos, y en el transcurso de
los años, relaciones de amistad y de intercambio de ideas. Simultaneó, pues, su
trabajo en la empresa con la enseñanza, a la que por vocación nunca abandonó.
De nuevo la política o, mejor, la gestión de lo público
Otro
aspecto de su vida pública fue su interés por la política, en el mejor sentido
de servicio público y desinteresado –jamás cobró por esta actividad como de
ninguna otra de tipo social o cooperativo que emprendiera-. Nuestro padre tenía
convicciones democráticas y fue radicalmente antifranquista. Sin embargo tenía
buenas relaciones de amistad con personas del ámbito de la derecha sociológica
local del régimen. En estas circunstancias fue nombrado Alcalde de Sonseca –por
el Gobernador Civil, como establecía el sistema- Alejandro Gil García-Ochoa,
más conocido por Modesto Gil, que nombró, a su vez, a su equipo de gobierno
municipal –el Ayuntamiento-. El grado de amistad y de confianza de Modesto
hacia nuestro padre era tal que le nombró Primer Teniente de Alcalde. Ello no
gustó a la derecha política más radical de Sonseca, que solicitó al Gobernador
Civil su destitución por sus antecedentes políticos –“era un rojo”-. Modesto,
en un gesto que le honra y que siempre agradeceremos, lo mantuvo: “si se
excluye a Manuel López, dimito como Alcalde” le contestó al Gobernador, y surtió
efecto.
El
mandato de este Ayuntamiento fue de febrero de 1955 a enero de 1959, siendo
Acalde Modesto Gil hasta agosto de 1958
que, por motivos profesionales, tuvo que dimitir, dejando como Alcalde en
funciones, hasta terminar el período, a nuestro padre. En estas circunstancias
la labor política municipal más coherente –al menos para una personalidad como
la de Manuel López- no sería otra que la mejor gestión del servicio público,
dado que lo “político” – en el sentido de los derechos y deberes de los
ciudadanos- estaba marcado inexorablemente por el sistema. Además de los cargos
referidos ocupó las presidencias de las Comisiones de Gobernación, Hacienda
y la de Educación en el primer período
por el nombramiento del Alcalde.
Las
actuaciones de la Corporación con la participación –creemos que importante- de
nuestro padre fueron, por citar algunas:
La
construcción social de viviendas de “renta limitada”: Sería lo que se
denominaría popularmente la barriada de “Las casas nuevas” o “De los americanos”,
al Este de Sonseca, entre el Matadero y la carretera que une Sonseca y Orgaz.
Fue una iniciativa importante al llegar a construirse cien viviendas rurales en
una población, que entonces, no sobrepasaba los seis mil habitantes, con
precariedad habitacional.
La
construcción de seis Escuelas para niños, niñas y parvulario en el Oteruelo, así como seis viviendas para Maestros en el Prado de
las Dehesillas, para superar la deficitaria oferta educativa producida por el
crecimiento demográfico tras la guerra.
Se creó y
dotó la Biblioteca Municipal, ocupando el primer puesto de bibliotecaria Dª.
Rosario Álvarez.
Los niños
y niñas de las Escuelas Públicas, a la terminación del curso escolar,
realizaron – por primera vez en Sonseca- un viaje a Toledo para que conocieran
nuestra cultura y nuestra historia, más allá de las aulas y de los libros de
texto. Lo que prosiguió en años sucesivos con visitas a Madrid, donde fueron
recibidos por su Alcalde –el Conde de Mayalde, una de cuyas propiedades era la
finca del Castañar, próxima a Sonseca- y a El Escorial.
Se
aprobaron los proyectos, y se solicitaron los créditos presupuestarios
necesarios, para varias obras como: el alumbrado eléctrico para llevar esta
energía a la población de Casalgordo, y la construcción de su cementerio; la
ampliación del suministro de agua potable –problema permanente por la escasez
de este recurso en Sonseca-; la de urbanización y
saneamiento-alcantarillado- de la
población; el del Centro Rural de Higiene y Casa del Médico.
Don Manuel con las autoridades sonsecanas en el Ayuntamiento de Madrid con don José Finat, su Alcalde. |
Tras la
designación por el Gobernador Civil de un nuevo Alcalde para Sonseca, en enero
de 1959, nuestro padre presenta su dimisión junto a otros dos Concejales.
En la Fundación Martín Cabello
De nuevo, como
enseñante, se incorpora a la Fundación Martín Cabello, con D. Víctor Martín
-como Director- , y Dª Rosario
Alvarez, D. Juan Manuel Martin y D. Juan
Alonso, como profesores. Una de las funciones de la Fundación fue la enseñanza, y en este sentido se formalizó
la Academia, cuya finalidad fue la enseñanza –en muchos casos gratuita- de las
materias del bachillerato elemental para
una demanda –ya importante- de niños que no tenían respuesta institucional –del
Estado- a nivel local. Aquí preparaban los cursos para las pruebas, como
alumnos libres, del Instituto de Bachillerato
de Toledo. Muchos de estos alumnos, con el tiempo y tras completar su formación
posterior, han ejercido o ejercen gran influencia en la enseñanza, la cultura,
la política o la economía local, o lo hacen en otros ámbitos geográficos.
Nuestro
padre impartió matemáticas en esta institución durante los años que duró (1957-1973), y muchos de sus alumnos nos han
mostrado su agradecimiento y sincero recuerdo de su memoria, que iba más allá de la estricta materia académica
recibida.
En la sociedad agraria
Otro tipo
de actuación pública, y también desinteresada, de nuestro padre fue la derivada
de su preocupación por la actividad y las condiciones socioeconómicas en la que
los labradores realizaban su trabajo. La amistad personal con el presidente de la Hermandad de Labradores
–Anastasio Martín- y otros agricultores, y el hecho de las pequeñas propiedades
que nuestra madre poseía en huertas y viñas, facilitó su acercamiento y
compromiso. Dos actuaciones ejemplifican lo dicho:
La
creación, en el año 1967, en colaboración con Anastasio Martín, Ezequiel Gómez
y otros pequeños y medianos agricultores,
de la Cooperativa Vitivinícola
Nuestra Señora de los Remedios: fue una respuesta exigida ante la
vulnerabilidad en que se encontraban los agricultores por el riesgo persistente
de los bajos precios en la venta de la uva, dada la actuación casi
monopolística de las escasas empresas bodegueras existentes. Hoy, cuarenta y
cinco años posteriores, su diversificación productiva y comercializadora se ha
incrementado notablemente, siendo uno de los fundamentos de la
persistencia en Sonseca de una
agricultura -en crisis generalizada a
nivel estatal- que, de otro modo, no hubiera tenido perspectivas de futuro.
Nuestro
padre fue presidente de la cooperativa durante un largo período de tiempo -trece
años- y, tras su fallecimiento, nuestra madre recibió de sus socios una placa
dedicada a su memoria y por los trabajos realizados en la misma, a los
veinticinco años de su creación, y de la que sus hijos guardamos profundo
agradecimiento.
Otra
actuación importante que promovió, en el ámbito agrario al que nos estamos
refiriendo, fue el proyecto llevado a cabo de la “electrificación del campo” -iniciada en el año 1970- , es decir el proyecto de equipamiento
que permitió llevar energía eléctrica a las parcelas agrarias que se adhirieron
al mismo, en todo el término municipal. Hasta entonces, la extracción de agua
de los pozos para el riego de las huertas,
se hacía mediante fuerza animal aplicada en las norias –de tradición
musulmana, dicho sea de paso- o, más modernamente, mediante el bombeo con
grupos Diessel. La dependencia en este caso del gasoil era trabajosa – los
agricultores debían repostar este carburante en las estaciones de servicio del
pueblo, con la frecuencia que lo precisaran- pero, también incómoda y fatigosa,
ya que el arranque de los motores era el de “correa –que se enrollaba a una
polea del motor- y tirón”, una y otra vez, hasta su puesta en funcionamiento.
El
proyecto se promovió por el Grupo Sindical de Colonización constituido por
agricultores al efecto, siendo su presidente Celedonio Peces, y actuando como
secretario del Grupo nuestro padre.
La
electrificación supuso, pues, una mejora de las condiciones técnicas y
ambientales en las que los hortelanos pudieron desarrollar su actividad – el
arranque de las electrobombas es inmediato, y no es contaminante - a la vez que
supuso una mejora de las condiciones de vida de aquellos que se adhirieron al
proyecto. Hoy en día, en que las condiciones y modos de vida han cambiado radicalmente,
los beneficios de aquel proyecto se extienden a las nuevas viviendas
construidas sobre estas huertas.
Con las personas
No
podemos pasar por alto la labor social –también desinteresada- en la atención a
los problemas familiares, sociales, económicos…, de numerosos sonsecanos que,
individualmente, le solicitaban información, consejo o mediación ante los
problemas que le presentaban, al carecer aquéllos de medios y recursos para su
tratamiento por otras vías. Volvemos a insistir en la precariedad de la vida en
la posguerra y la de su larga prolongación: la pobreza, el escaso nivel
cultural de la mayoría de la población y, sobre todo, la falta de cauces
asistenciales del Estado que pudieran solventarlos.
Nuestra
casa, a la hora del almuerzo –cuando nuestro padre llegaba del trabajo- era
visitada con frecuencia por convecinos que le pedían consejo sobre materias muy
dispares: el reconocimiento por el Estado de sus derechos sociales; del
deslinde de sus fincas; de aperturas de huecos en fachadas de viviendas
vecinales; de herencias; de acciones y obligaciones de pequeños ahorradores,
etc.
De por
sí, estas actuaciones, no fueron sino una demostración palpable, de los que a
él se dirigían, de su relación de confianza hacia nuestro padre, de su saber y
honestidad en el tratamiento de sus
problemas.
La Transición política
Una de
las grandes aspiraciones de nuestro padre, como la de una inmensa mayoría de
los ciudadanos, fue la consecución de la democracia, la de un sistema político
democrático para nuestro país tras la larga dictadura franquista, pero que, en su caso, tenía un valor añadido
especial: la recuperación de su plaza de Magisterio que le fue negada por dicho
régimen. Fue una recuperación con carga política –y ética- más simbólica que real;
nuestro padre, próximo a jubilarse,
solicitó el reingreso en el
Magisterio –en el año 1977- siendo admitido y concedida una plaza en una
Escuela Pública de la provincia de Guadalajara, de la que tomó posesión para
jubilarse a continuación –tenía 69 años-: se restablecían así sus derechos
ciudadanos y su buen nombre, negados por la dictadura.
El amor por su tierra
Finalmente
queremos resaltar su pasión por su tierra –por España, Castilla, Toledo,
Sonseca- de su cultura y de su historia. Tomó como inspiradores, como se
resaltó en un principio, a intelectuales íntimamente preocupados por la
recuperación de España –tras siglos de decadencia- como fueron Unamuno, Ortega
y Gasset, Fernando de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza, y también la
de aquellos que intentaron ahondar en el ser de nuestra tierra, de los
sentimientos expresados sobre Castilla, sus pueblos, sus hombres y su paisaje,
tan bellamente elaborados por Antonio Machado, Azorín, Félix Urabayen, el doctor Marañón y, ¡como no!, Cervantes,
por los que sentía gran devoción, y que posiblemente sirvieron de inspiración
para sus propios escritos –artículos y poesía- en los que Sonseca y sus gentes
están muy presentes.
Sonseca,
septiembre de 2012
Eloy,
María de los Remedios, María de Fátima, Manuela e Inocente López Cerdeño
Me brindan la oportunidad sus hijos de divulgar por este blog la trayectoria de un sonsecano digno de conocerse por las nuevas generaciones. Yo tuve la suerte de ser su alumno de Matemáticas en el Bachillerato Elemental allá por los últimos años de la década de los 60 del pasado siglo, cuando nos preparaba concienzudamente para examinarnos libres, con otros profesores de Instituto que no nos conocían y a examen único en el mes de junio, con recuperación en septiembre.
Al igual que otros sonsecanos, que todos tenemos en mente, uno de los último, el médico militar Manuel García-Grajales, don Manuel se merece el nombre de una calle o dedicársela, como se hace en otras ciudades y pueblos, por ejemplo la Calle Cid, donde vivió tantos años.
[1] Los
que recordamos, algunos desgraciadamente ya fallecidos, fueron: José Aguado
Ventas, Manuel Gómez Rosado, María
Rodríguez - Malo, Jesús Jiménez López, Dolores Jiménez López, Germán Benito
López, José Noguera Sánchez, Manuel Jesús Ballesteros, Manuel Martín, Enrique
de la Cruz, Guillermo Villamón, Rosa Villamón, Josefina Donaire, Alfredo López,
Francisca Rielves, Carlos Gil, Regino del Castillo, León.