lunes, 21 de diciembre de 2015

CUENTO NAVIDEÑO INSPIRADO EN HECHOS REALES SUCEDIDOS EN SONSECA

MI NIÑO JESÚS

   Quisiera con este cuento de experiencia personal relatar una Navidad de mi niñez. Nunca la podré olvidar. Siempre la recuerdo en estas fechas tan especiales, sobre todo, cuando observo a mi alrededor los muchos juguetes que tienen los niños de hoy en día.
   En la calle Toledo, mi calle, vivía don Emilio; un maestro de escuela, no muy mayor, que por padecer un defecto físico, no ejercía como tal. Esta carencia, la suplía con una habilidad increíble para fabricar casas de muñecas.

Casa en la calle Toledo donde vivía don Emilio

  Como este señor no tenía hijos, nos dejaba pasar a los niños del barrio a su casa para verlas una vez terminadas.
   Un año, cerca de Navidad, nos dijo que pasáramos a ver lo que había hecho. Pasamos y …,  ¡qué maravilla! ¡Un nacimiento! Yo me quedé con la boca abierta. ¡Qué bonito!
   Tenía de todo: río, puentes, molino, castillo, pollos, pavos… Pero lo que me dejó sin respiración fue el portal. Las caras de la imágenes del Misterio eran tan expresivas, que no de di cuenta que la señora Modesta, su mujer, me hablaba, hasta que me tocó en el hombro.
   La señora Modesta me preguntó si ponía el Nacimiento. Yo le dije que no. Me aconsejó que para el Nacimiento puede ser más sencillo; comenzar comprando el Misterio, y cada año añadir otras figuras, animales… Pero lo importante y sobre todo, el niño Jesús.
   Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice, decirle a mi madre que me comprara un niño Jesús.
   A ella le faltó el tiempo para contestarme que dinero para un niño Jesús no había. Yo me quedé muy desilusionada.
   Si el problema es el dinero, pensé; ya se me ocurrirá algo para conseguirlo. La solución la encontré pronto: salgo a cantar coplas el día de Nochebuena y con el dinero reunido compro el Niño Jesús.  Conté a mi madre la idea y me contestó que sí para que la dejara en paz.
   Enseguida me puse a hacer unos muñecos de trapo que representaran a la Virgen y San José.
   Mis hermanos, cada vez que les echaban el ojo, los comparaban con las personas más feas del pueblo. A mí no me importaban sus opiniones. Yo no los veía tan mal. Los había hecho con mucho cariño gastando casi todos los materiales guardados en una caja: recortes de tela, papeles de caramelos y otros.
   Cuando lo terminé, me pareció que quedaba bien. Encontré en el corral un cesto viejo. Quité unas mimbres que le sobresalía y coloqué el Misterio. ¡Qué precioso, me parecía! Sólo faltaba el Niño Jesús.
   El día de Nochebuena hacía mucho frío y nevó un poco. Con este ambiente, pensé, mi madre no me dejará salir a cantar las coplas. Tuve suerte, por la tarde aclaró el cielo y aún quedando algo de nieve, se podía salir a la calle. Anduvimos las amigas casi todo el pueblo. No dejamos ningún familiar sin su copla.
   Repartimos el dinero recogido y todavía no llegaba para comprar el Niño. Costaba 2,25 pesetas y me habían correspondido 2,10.
   A pesar de faltarme 15 céntimos, nos fuimos a la tienda del señor Dimas Peces, situada en la calle Numancia, a ver que pasaba. ¿Si alguien me ayudara?, pensaba yo.
   Después de estar un rato mirando el escaparate, una de mis amigas dijo:
    -      Te presto lo que te falta.
Me puse loca de contenta. ¡Por fin pude tener mi Niño  Jesús en el bolsillo!

Tienda de Dimas Peces en la calle Numancia de Sonseca

  Para ir a mi casa crucé una calle con puentes, que quitaron cuando pusieron el alcantarillado en el pueblo, la actual Arroyada. Siempre me gustaba saltar desde el puente. En uno de esos saltos, el envuelto con el Niño salió disparado del bolsillo y dio contra el suelo.
   Se me saltaban las lágrimas mientras lo recogía. Saqué la figura del envuelto de papel pensando en lo peor. Sin embargo, empecé a llorar de alegría: el Niño Jesús no se había roto. Me lo guardé en el bolsillo con mucho cuidado y metí mi mano para protegerlo.
   Cuando llegué a mi casa, me paré un momento en la puerta porque me daba miedo cruzar un patio tan grande y oscuro. Eché una carrerita y al llegar por la mitad, me quedé parada. Escuché a mi madre dar voces. Algo pasaba. Pensé que quizás fuera por mi culpa, por llegar tarde. No entendía nada. Crucé entero el patio y entré en la cocina, y nadie de la familia se fijó en mí.
   Mis hermanos estaban muy callados. Sin embargo, a mi madre le salía la furia por la boca. No alcanzaba a entender lo que pasaba. Así que, apreté la figurita fuertemente con la mano y salí a ponerla en el portal. Por mi cabeza los pensamientos fluían: qué bonito resultaba el Misterio en el cesto a pesar de no haber llegado el Niño Jesús en el mejor momento.
   Rápidamente, volví a la cocina. Nada más entrar, mi madre se dirigió a mí furiosa_
   -      ¿Has visto lo que han hecho tus hermanos?
Lo que decía iba para mí, pero la mirada  puesta en un hueco situado detrás de la puerta, donde guardaba un jamón del año anterior. Lo había envuelto en papel como si de una joya se tratara. Miré al hueco y dije lo primero que se me vino a la cabeza:
   -      Anda, si parece un violín en vez de un jamón.
Mi madre me dio un “quinchón” tal, que a pesar del tiempo, todavía me acuerdo del sitio. A la vez que me daba, decía:
   -      Te van a reír encima.
   Por fin me enteré de lo que sucedía. Mi madre había descubierto que mis hermanos se comían el jamón y para que no se notara el hueco lo rellenaban de papeles. Mira por donde, a mi madre le dio la idea de partirlo precisamente el día de Nochebuena y se encontró con casi el codillo.
   A mí el jamón me traía sin cuidado. Mi mente, ese año, la ocupaba mi Nacimiento y eso me contentaba mucho. Además, con lo sucedido, intuía que seguramente después de cenar en este año no iríamos a casa de mi tía. Ella  era la única con radio y toda la familia nos juntábamos allí pasándonoslo muy bien.
    La “furia se suavizó durante la cena, tanto que a mis hermanos les dejaron mis padres salir con sus amigos de fiesta. Como yo era la pequeña, me iría con mis padres si ellos salían. Mi madre no estaba por la labor, me dijo:
   -      A acostar.
   Cando pasé por delante del Nacimiento, hice un alto en el camino y me dirigí al Niño:
   -      Jesús, puedes hacer algo
   En seguida me arrepentí de hacer la petición. Quién era yo para solicitarle un favor en tan pocas horas. ¡Qué hiciera lo que quisiera!
   Antes de empezar a desnudarme, oí unos golpes en la puerta de la calle, parecía como un milagro. Me dio un vuelco el corazón. Unos vecinos venían a cantarnos una copla. Gracias a ellos, mi madre se animó. Después de irse, cambió de opinión y nos fuimos a la casa de mi tía. No me lo creía. ¡Era una Nochebuena completa!
   Tan contenta me sentía, que al salir de la casa de mi tía para volver a la nuestra, le pregunté a mi padre:
   -      ¿Por qué brillan tanto las estrellas?
   Él me contestó:
   -      Porque está cayendo una buena helada.
   Pensé: ¡Qué sabe mi padre! ¡No ve que las estrellas cantan y bailan porque es Navidad! ¡No ve los tejados como si los hubieran envuelta en papel de plata!
   Él no podía saber eso, pues nunca tuvo un Nacimiento como el mío, ni un Niño Jesús a quien pedirle que cada año la Navidad tuviera algo especial.
                                         Remedios Dorado Martín.       

   El original de este cuento fue publicado en la revista CON LÁPIZ Y PAPEL del Aula de Adultos de Sonseca, CURSO 1996-97.

   Gracias a Remedios por introducirnos en el ambiente navideño de una familia sonsecana a mediados del siglo XX.


   El autor de este blog desea que el Niño Jesús, el mismo que Remedios consiguió, nos traiga esta Navidad también "algo" especial como: trabajo, salud, paz, alegría, misericordia... y se prolonguen por el próximo 2016.

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Gracias amigo visitante por compartir este paseo por esta singular visión de mi pueblo, fruto de inquietudes recopiladoras desde...

Gracias, por ocupar parte de su tiempo en descubrir estos retazos, fragmentos, pinceladas de un laborioso pueblo como Sonseca, que ha demostrado a lo largo de su Historia saber superar con inteligencia creadora y ejecutiva las circunstancias más desfavorable.

Gracias, por leer y observar mis "entradas" metidas a golpe de corazón, como intuyendo lo que nos une y nos anima a seguir ampliando nuestros límites personales afianzando lo que somos y de donde venimos.

Disculpas por las erratas que siempre lleva un texto escrito aunque se haya realizado con lo mejor que uno ha aprendido.
























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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