domingo, 10 de mayo de 2015

SANTIAGO BÉNITEZ, UN SONSECANO EN LA II GUERRA MUNDIAL



Santiago, el pequeño de Mauthausen

Marta García/Toledo - martes, 5 de mayo de 2015

Santiago Benítez en 1995

Entró en el campo de concentración austríaco el 19 de diciembre de 1941. Santiago Benitez, de Sonseca, soportó la hambruna, las heladas, las palizas y las duras condiciones diarias

mgarcia@diariolatribuna.com



   
«Lo mejor era ser pequeño y fino», le dijo Santiago Benítez a su hijo Joachim días antes de morir. Le contaba anécdotas a menudo de todos los acontecimientos históricos que había vivido cuando era joven -La Guerra Civil como combatiente republicano y la Segunda Guerra Mundial junto al ejército francés- pero no quería despedirse de él sin hablarle un poco más de sus años en Mauthausen y de las penurias que soportó hasta que el ejército aliado liberó el campo el 5 de mayo de 1945.
    Hoy se cumplen 70 años de aquella fecha memorable, pero Santiago ya no está en este aniversario porque murió el 5 de octubre de 2009, con 91 años. Este abuelo menudo y vivaracho no se marchó en silencio porque llevaba años relatando anécdotas y vivencias de los años de la deportación y quiso a última hora que su hijo supiese que estuvo prisionero en el campo central de Mauthausen unas semanas, que le condujeron al de Steyr, uno de sus apéndices situado a 30 kilómetros, y quizá este traslado le salvó la vida porque en este campo recién creado «los muertos eran menos numerosos».
    También le trasmitió que fue  «una oportunidad» porque Mauthausen «era un campo de muerte» constante debido a las duras condiciones, al trabajo sin fin, a la hambruna, los fusilamientos, las cámaras de gas y los golpes que propinaba la SS. «Un campo de muerte lenta en el que sólo sobrevivían los más fuertes», recuerda Joachim de aquellas últimas conversaciones. Así que Santiago, con el número 4.514 cosido al pijama de rayas, logró sobrevivir, entre otras cosas, «porque necesitaba menos comida» que otros prisioneros. Era pequeño y fino.


    Mauthausen.
    El joven de Sonseca tenía 23 años cuando fue trasladado a este campo de concentración austríaco, que abrió sus puertas en 1938, cinco meses después de la anexión de Austria al III Reich, y recibió los primeros prisioneros procedentes de Dachau. En aquella época era un reducido recinto construido a pie de una cantera de granito, pero en pocos años se convirtió en un gran conjunto de campos de concentración en manos de los mandos de la SS. Santiago llegó en un convoy, uno de los tantos que transportaron a más de 7.000 españoles desde 1940 hasta la estación de Mauthausen.
    Atrás quedaron esos meses previos en el campo de prisioneros de guerra -Stalag 17B- donde llegó tras su detención por los alemanes en uno de los combates junto al ejército francés. El trayecto a Mauthausen se convirtió en un calvario por la cantidad de gente hacinada en los vagones, sin apenas comida ni bebida, pasando frío, calor, orinando en un rincón, conviviendo días y días con pasajeros que morían por las duras condiciones. Santiago solía contar anécdotas de estos años a su familia, pero se guardaba «los detalles más horribles para evitar hundirse de nuevo en el infierno del campo», recuerda Joachim, así que tampoco le ha escuchado hablar de los traslados ni de esa llegada a Mauthausen el 19 de diciembre de 1941.
    Aun así, los viajes siempre seguían el mismo patrón. El tren paraba en la estación, a 5 kilómetros del recinto, y los miembros de la SS dejaban sentir sus pasos merodeando por los vagones antes de abrirlos de golpe y ordenar a los prisioneros que salieran a gritos achuchándoles los perros. Y tras obligarles a ponerse en fila se iniciaba una larga caminata, de noche o de día, hasta el campo.


    El día a día.
    El trabajo en la cantera era una prioridad para los nazis, aunque los primeros prisioneros se emplearon en la construcción de los recintos. El objetivo principal era la obtención de piedra para una empresa que se encargaba de las obras monumentales, aunque más tarde se utilizó a los deportados para la industria bélica. El invierno ponía a prueba a los prisioneros porque las temperaturas podían alcanzar los 30 grados bajo cero de madrugada.
    Santiago se levantaba del jergón muy temprano, como el resto, para la llamada y el recuento de la mañana. Algunos días el frío se metía en los huesos, pero había que formar y estar disponible para evitar represalias. «Mi padre se acordaba bien del terrible invierno y de las heladas de 1942». Todavía recuerda a su padre pronunciando ‘Snell, snell’ (más de prisa, más de prisa), lo que decían los guardianes alemanes cuando querían intensificar el ritmo de trabajo.Y lo siguiente era golpear con varas a los más lentos o  a quienes encontraran más a mano.
    Santiago no pudo esquivar los palos. «Un día de trabajo recibió  numerosos golpes en la espalda durante la jornada que le causaron bastantes heridas. Esa misma noche ni siquiera soportaba el peso de una tela que le servía como sábana, pero el andaluz Faustino Vizcaíno, uno de sus compañeros de barracón, se tiró toda la noche levantando la tela con sus rodillas para que no le hiciera mal en la espalda». Y el mismo favor tuvo que hacerle Santiago en otras ocasiones. Y Faustino se convirtió en su hermano.
    A Joachim le impresionó la historia por su carácter solidario, pero no fue la única que le contó. «La solidaridad se ejercía en el campo con respecto a la comida y algunos deportados intentaban robar alimentos porque eran insuficientes y los distribuían entre los que menos comían porque era importante estar fuerte para el trabajo diario», relata. La hambruna causó muchas muertes en Mauthausen en estos años. Algunos prisioneros no se sostenían en pie y caían al suelo. Eran sacos de huesos de cuarenta kilos.
    El periodista Carlos Hernández relata en ‘Los últimos españoles en Mauthausen’ que los recuerdos más penosos tenían relación con la falta de alimento. En principio, la dieta se impuso desde Berlín, unas 2.300 calorías diarias, pero en el campo no se aportaban ni 1.500 calorías por deportado pese a que necesitaban muchas más para poder cumplir con las maratonianas y duras jornadas de trabajo. «Y la esperanza de vida era sólo de seis meses», apunta Hernández en su libro.
    Santiago aborreció durante muchos años los nabos porque prácticamente nadaban en el caldo que comían los deportados a diario. La ración, que solía administrarse en el lugar de trabajo, se completaba con patata, un trozo de zanahoria y de vez en cuando variaban la verdura. El resto del día había que resistir con un café aguado o similar, un chusco de pan a repartir entre varios y algo de embutido si había suerte. «Mi padre me contó que una vez los guardianes les obsequiaron con una sopa con ensalada», pero traía regalo «porque fue especialmente laxante». Y aún siendo «pequeño y fino» Santiago tenía un permanente vacío en el estómago.
    Santiago tuvo suerte y no se acercó a la enfermería en todos estos años aunque, a veces, le molían a palos. «Un traslado a la enfermería no era buena noticia y menos si era a la del campo central, sinónimo de muerte garantizada», explica su hijo.    Escuchó en muchas ocasiones hablar del ‘Doctor Muerte’ y de sus famosas inyecciones de benceno, pero no coincidió con él a pesar de que compartieron bastantes años en el campo en las mismas fechas porque Santiago estaba a 30 kilómetros de Mauthausen.

    Cine y fútbol.
    El domingo era día de descanso en Mauthausen y en los campos anexos. Ese día había un partido de fútbol y algunos españoles se encargaban de organizarlo. Era una forma de amortiguar el infierno, de recibir más ración de comida y, sobre todo, de sacar del aburrimiento a los nazis. Pocas veces se habla de ello cuando se relata lo ocurrido en Mauthausen, pero lo cierto es que era un buen respiro.
    Así, al menos, se lo transmitió años después Marcelino López, de Santa Olalla, que también pasó varios años en el campo, al historiador norteamericano D.Wingeate Pike, que a su vez lo reflejó en ‘Españoles en el Holocausto’. Además del fútbol los alemanes sorprendían, a veces, a los deportados.        «Tras una jornada de trabajo forzado nos fuimos a dormir un poco, pero, de repente, los encargados del barracón nos exigieron a todos que saliéramos fuera, metiéndonos prisa con golpes de garrote. Todos pensábamos que iba a pasar algo malo, pero cuando salimos los alemanes empezaron a gritar ‘Alles Kino’ (todos al cine) y no entendimos nunca porque nos llevaron a ver una película», le comentó Santiago a su hijo en una de sus múltiples anécdotas. «Nunca lo entendió, pero siempre lo contaba como síntoma de esa locura de poder».
    A Joachim le impresionó más cuando su padre le confesó con 91 años que se derrumbó al cumplir los 25 en el campo. También era domingo y compartía un rato de charla con otros deportados españoles.  «Al recordar los años que llevaba fuera de casa y cómo estaba pasando su juventud se levantó, se dirigió a la parte de atrás y rompió a llorar, pero poco después sus camaradas fueron a reconfortarle.

    La liberación.
    Poco contó Santiago sobre la entrada de las tropas aliadas aquel 5 de mayo de 1945 en Mauthausen y los campos anejos. Entonces el sonsecano pesaba 38 kilos y estaba falto de fuerzas. Le repatriaron junto a otros muchos deportados a París dos semanas después y se alojó en un hotel. Fue la primera parada antes de poner rumbo a Toulouse, donde recibió ayuda de una familia de emigrantes españoles y pasó un par de años trabajando y esperando qeu se pusiera fin al exilio pronto para regresar a España, algo que no sucedió y terminó casándose en Francia y viviendo allí el resto de su vida.
    Los primeros años en libertad fueron complicados. Un examen médico a fondo reveló un total de trece enfermedades asociadas a sus años en el campo. Santiago intentaba superar esos tres años y medio de horror, pero lo cierto es que por las noches las pesadillas le sumían de nuevo en Steyr, pero poco a poco fueron desapareciendo y el nacimiento de Joachim en 1955 le ayudó bastante a recuperarse. Aun así, Santiago no pudo olvidar algunas escenas a pesar de su aparente normalidad y a su hijo le llama la atención que meses antes de su muerte volviera el infierno del campo de vez en cuando.

    El reencuentro.

   Santiago no tuvo contacto con otros toledanos en el campo de Steyr, aunque a partir de 1940 llegaron muchos deportados de la provincia. Pero años después, en los distintos memoriales y actos tuvo contacto con los hermanos Pedro y Víctor García, de Polán, y con Fermín Perulero, de Consuegra. Si bien, el reencuentro que más ilusión le causó data de 1995. «Fuimos él y yo a Mauthausen y al final del día reconoció a un hombre más mayor que él entre el público. Ambos se observaron y se abrazaron con fuerza, emocionados y con una alegría inmensa», comenta Joachim, «pero como si los dos hubieran visto un fantasma».
    Cuando se despidieron le preguntó por él y le dijo que se habían visto en el campo, los dos pensaban que el otro no había sobrevivido y tras 50 años se habían reencontrado. Aquel señor era Esteban Pérez, de Portillo, el deportado número 5.042 al que La Tribuna entrevistó en 2010 para un reportaje. Santiago ni siquiera supo que era toledano ni cómo se llamaba, le bastó con ese cálido abrazo de hermanos. Volver a Mauthausen les daba fuerzas, era una manera de superarlo.



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Gracias amigo visitante por compartir este paseo por esta singular visión de mi pueblo, fruto de inquietudes recopiladoras desde...

Gracias, por ocupar parte de su tiempo en descubrir estos retazos, fragmentos, pinceladas de un laborioso pueblo como Sonseca, que ha demostrado a lo largo de su Historia saber superar con inteligencia creadora y ejecutiva las circunstancias más desfavorable.

Gracias, por leer y observar mis "entradas" metidas a golpe de corazón, como intuyendo lo que nos une y nos anima a seguir ampliando nuestros límites personales afianzando lo que somos y de donde venimos.

Disculpas por las erratas que siempre lleva un texto escrito aunque se haya realizado con lo mejor que uno ha aprendido.
























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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