viernes, 2 de mayo de 2014

CARBONERO: UN VIEJO OFICIO DE LOS SONSECANOS POR ESOS MONTES DE DIOS

 EN EL AÑO 1862, YA HAY NOTICIAS DE LA EXISTENCIA DE CARBONEROS EN LOS MONTES DE TOLEDO

Ángel Peces nos brinda en este texto las experiencias y saberes de  algunos de los últimos carboneros de Sonseca, a los que ha entrevistado,  expresados con su peculiar impronta de escritor espontáneo y popular.

   El presente estudio tiene como objetivo dar a conocer el desaparecido oficio de los carboneros de Sonseca y poner de manifiesto la importancia tanto social como económica de esta profesión en este pueblo así como de algunos de los alrededores en un pasado no muy lejano.
   La elaboración artesanal del carbón vegetal se ha transmitido de padres a hijos hasta hace unas décadas. Su proceso de fabricación se pierde en los tiempos.
  A finales del siglo XIX,  el consumo de carbón en los hogares, la industria... es paulatinamente sustituido por otras fuentes de energía como son el petróleo con sus derivados, gas natural y sobre todo la eléctrica.
   Es la década de los años 70 del pasado siglo la que podemos considerar como la última en la que todavía algún sonsecano se resistía a dejar un oficio tan ancestral.
   Afortunadamente muchos de ellos pudieron cambiar su trabajo por algunos de los que aquellos años se creaban en Sonseca en los sectores del textil, dulces o en la madera (la viruta).
   Hablando con unos y otros antiguos carboneros y carboneras he podido recabar retazos de su vida en el monte en ese sacrificado oficio, en el cual casi no había tiempo para el descanso, la vigilancia de los hornos requería una atención continua de día y de noche.
HACIA EL MONTE
   A primeros de octubre, nada más terminadas las Ferias y Fiestas de la Virgen de los Remedios, los carboneros salían hacía el monte.
   El viaje se hacía en dos etapas:
   La primera en un camión directamente desde Sonseca a la finca de destino, en los Montes de Toledo, la Sierra de San Vicente, o incluso Extremadura, preferentemente.
   La segunda se hacía con un carro y una yunta de caballerías. Se llegaba, si iban hacia el Oeste, a Torrijos, donde se pasaba la noche. Al otro día, muy temprano se salía hacia el destino al que llegaban en las últimas luces del día, dependiendo de la distancia a la finca.
   Los primeros días los pasaban en porches y portales de las construcciones de la finca hasta que los hombres hacían, levantaban los chozos donde se iban a albergar durante la temporada, unos ochos meses.
   La vuelta a Sonseca solía ser por el mes de junio, alrededor de la festividad de San Pedro, día 29.
   Para hace el carbón vegetal del corte, zona o finca que contrataban solía necesitarse el trabajo de cinco o seis personas, por lo que se solían juntar dos familias, con su descendencia correspondiente.
EN EL MONTE
   El primer paso del proceso del carbón era decidir entre el carbonero y el guarda del corte que encina se arrancaba, apeaba o rameaba. Según la cantidad de madera prevista de la que podían disponer así hacían el contrato entre dueños y carboneros.
   Su misión, esclarecer el monte con finalidad económica (hacer carbón para venderlo).
   Se señalaban los troncos de las encinas ( el árbol preciado por ellos) que se iban a arrancar para no equivocarse. A veces, ese trámite se lo ahorraban porque directamente hacían el llamado "descuaje", el arrancado de todas las encinas de una zona, chicas y grandes. Nunca el tamaño de la encina en aquella época fue problema para los carboneros.
   Las ramas se aprovechaban dependiendo de su tamaño. Las más gordas se apilaban para el carbón. Las más endebles o finas servían: las hojas tiernas se las comían las ovejas y la leña se hacía picón que se solía vender a las gentes trabajadoras de la finca y pueblos cercanos. Los carboneros se quedaban con provisiones para su uso y disfrute en el "overil", hogar
del chozo para cocinar y calentarse. 
   Los chozos se situaban en un lugar estratégico, en la parte más alta del centro de la hoja de monte a esclarecer. Así podía ser visto desde cualquier lugar de trabajo y ser vigilado.
   En otras ocasiones, el criterio de colocación del chozo era su proximidad a la casa de la finca o de un arroyo del que se pudiera utilizar su agua para beber, lavarse, cocinar... 
   Buscar el equilibrio de ubicación según el trabajo, necesidades de la familia... constituía un cierto estudio y consenso previo.
   Aunque el árbol predilecto para hacer carbón era la encina, también se utilizaba el quejigo, rebollo, alcornoque, castaño, etc. 
   El oficio de carbonero requería una verdadera maestría para manejar las más variopintas herramientas necesarias para paso a paso, tarea a tarea conseguir un energético carbón.
HERRAMIENTAS
A título de ilustración, las más comunes:
Hachas...   para apear, "ramear" y estrazar la encina.
Azadón de monte...   para arrancar la raíz.
Sierra...   Aserrar las partes más gruesas.
Almazana y cuñas...   para cachar.
Hoces...   para segar los juncos utilizados en los chozos y horno.
Azadones...   para cubrir de tierra el horno.
Pala...   trabajar la tierra.
Palanca...   para mover los troncos pesados a la hora de encañar.
Horquillo de hierro o de fresno...   para extraer el carbón del horno.
Rastrillo...   para arrastrar el carbón y separarlo del cisco.
Bielda (con púa de hierro)...   para recoger el carbón sin cisco de las camas.
Narria...   para transportar los  los troncos excesivamente grandes.
Capas (círculo de esparto)...   para llevar el carbón de las camas a la pila.
Cribas...   para cribar el carbón menudo y separarlo de la tierra.
Regadera y cubo...   para apagar los carbones encendidos.
Destral...   para cortar las raíces de la leña.
Podón...   para cortar ramas pequeñas de las encinas.
Piedra circular, esmeril...   para afilar la herramienta.

RECUERDOS

   Cuenta uno de los niños carboneros, José Camuñas, que en cada finca solían asentarse tres y cuatro familias, incluso siete como ocurrió en 1956 cerca de Nuño Gómez.
   Por esa década, es posible que aún quedaran entre veinticinco o treinta familias sonsecanas dedicadas al carbón, sobre todo por la Sierra de San Vicente y provincias extremeñas.
   En esa época, algunos propietarios de grandes fincas les interesaba arrancar las encinas para convertir las tierras de monte en tierras de labor para cereales e incluso de regadío. Los tractores también ayudaron mucho a este cambio.

   PASO A PASO

   Cortada la leña, aserrada a mano, había que transportarla hasta donde se encontraban los hornos. Si el terreno era muy escabroso y empinado se ayudaban con una narria o una carreta tirada por bueyes. Si era llano, normalmente, con tractores.
   En la temporada, se hacían entre cinco y siete hornos. Dependía de los cortes de leña adjudicados en el lote al llegar a la finca.
    El horno la leña se encañaba, se aterraba, se cubría de tierra y se encendía.
   Se solían hacer en el mismo lugar de años anteriores, las llamadas horneras; situadas en lugares estratégicos, al resguardo de las corrientes y lo más cerca posible del corte para poder vigilarlo mientras se preparaba otro.
   La leña se colocaba muy bien, derecha formando un cono de tal manera que en el centro quedara una chimenea por donde circulara bien el aire.
   Su diámetro, cinco a siete metros y su altura, cuatro o cinco.
   La duración del horno encendido estaba entre veinticinco y treinta días, dependiendo de la cantidad de leña de cada horno.
 Podían tener hasta tres hornos prendidos a la vez de unas dos mil arrobas cada uno.
  Su precio en el mercado, a finales de los años 40 y principios de los 50 era entre una y tres pesetas la arroba (11,5 kg.). A tres pesetas lo vendieron en 1950, el precio máximo que consiguieron.

   SU VIDA DIARIA

   El carbonero trabajaba de sol a sol y por la  noche se hacían turnos para estar pendiente del horno y la combustión fuera la adecuada. Se alumbraban con un farol. 
  Los carboneros, con sus manos y cara oscurecidas ofrecían un aspecto poco común.
   Curtidos por el frío, la calor, la lluvia... observaban tanto los factores climatológicos como la dirección del viento, las nubes como el paso de la aves y cualquiera de las manifestaciones de la naturaleza que le sirvieran de información para predecir el tiempo meteorológico y así planear el trabajo del día siguiente.
   Gregorio Peces Sánchez nos cuesta con añoranza sus experiencias de carbonero en familia.
   Cuando en Sonseca el sector primario  predominaba, cuando solo el pastoreo o las tareas agrícolas por temporadas (por ejemplo la siega de cereales) eran las únicas ofertas de trabajo, los sonsecanos, un siglo antes ya vieron la posibilidad de conseguir trabajo de octubre a junio haciendo carbón vegetal aunque tuvieran que ausentarse del pueblo.
   La habilidad en el oficio se fue pasando de padres a hijos. Desde pequeñitos aprendías a vivir en esas circunstancias y la marcha al monte no resultaba ningún trauma para la familia. Era lo que sabías hacer, y su dominio te daba seguridad, aunque, si lo vemos con la perspectiva actual, las condiciones de vida resultaban duras.
   Relata Gregorio, a bote pronto, que la dieta era sota, caballo y rey, es decir, muy simple y repetitiva: migas, cocido sin carne, judías blancas, patatas guisadas... Las legumbres y patatas se las llevaban de Sonseca, el pan se lo suministraban los panaderos de los pueblos cercanos cada ciertos días, una semana, dos. Era un pan que se conservaba estupendamente.
   Si al cocido, las judías, o patatas las querían acompañar con algo que diera otro gusto, como carne, tocino, morcillas, bacalao..., las mujeres se encargaban de ir al pueblo más cercano con una borriquilla a comprarlo.
   Casi todos tenía gallinas, que le proporcionaban los huevos necesarios para la familia. ¡Qué ricos los huevos fritos con patatas!
   También recolectaban bellotas, higos y otros frutos silvestres de las plantas que abundaban en la finca que les tocara estar.
   Para la fiestas (Navidad, Semana Santa...) se podía hacer un pequeño extraordinario como comerse un arroz con conejo o unas migas con torreznos. Las fiestas las respetaban a su manera.
   La asistencia sanitaria era precaria porque había que desplazar al enfermo al pueblo más cercano que contara con médico, a veces entre quince y veinte km. El tiempo de traslado era vital y en caballería, las más de las veces. Más de un niño ha nacido en el chozo.
   Como, generalmente, los sonsecanos estaban en fincas alrededor de Talavera, los más graves los llevaban allí, que había mejores asistencias.
Desgraciadamente algunos se quedaban en el camino.
   Como pueden apreciar, comodidades, las justas.
   Toda la familia vivía en el chozo, que no servía de un año para otro aunque siguieran en la misma finca, ya que los cortes hacían que se desplazaran buscando la proximidad al trabajo.
   En el centro del suelo mantenían las veinticuatro horas del día picón encendido, el rescoldo, con su posible riesgo de quemaduras, sobre todo para los niños, los que más tiempo permanecían en ellos. (Se dieron varios casos de quemados entre los de Sonseca). En la parte de arriba, colgaba un candil que daba luz por las noches. Las veladas las aprovechaban para charlar, las mujeres para coser y los hombres para preparar la herramienta, poner un astil, afilar...
   Comentaba el señor Leocadio, padre de Gregorio, con larga vida de carbonero, que conoció el incendio de un chozo con dos niños dentro. El fuego siempre es imprevisible.

A MODO DE CONCLUSIÓN

  Preguntando a aquellos antiguos carboneros, que fueron acogidos por la incipiente industria sonsecana de los años 60, sobre todo por la del mueble, cómo recuerdan esos años en el monte, te encuentras con respuestas dependiendo de su experiencia personal. Algunos comentan, qué ojalá hubiera aparecido antes el gas butano.         Todos son unánimes en calificar el oficio comparado con los que consiguieron después en la industria en el pueblo como sacrificado (que pasaban penurias), pero pese a eso, destacan la gran armonía, compañerismo, unión entre ellos con las familias incluidas. Si hubo algún punto negro era el mismo carbón.
   Un ejemplo de unidad, fue el descuaje en 1956 de una encina centenaria, muy grande, con mucho tronco y raíces larguísimas para el que se juntaron doce hombres tirando con maromas y lograrlo tumbarla.
  Con esta anécdota tan significativa, broche a un pequeño jalón, de unos treinta años (del 40 al 70 del siglo XX) de la historia de Sonseca por esos mundos de Dios termino agradeciendo también los testimonios de las hermanas Dolores y Francisca Rojas Peces que con su colaboración ha sido posible este sencillo texto.


   


Puedes rebuscar en los siguientes apartados:

EL OTRO tiempo DE UN PUEBLO...

DE BUEN NACIDOS ES...


Gracias amigo visitante por compartir este paseo por esta singular visión de mi pueblo, fruto de inquietudes recopiladoras desde...

Gracias, por ocupar parte de su tiempo en descubrir estos retazos, fragmentos, pinceladas de un laborioso pueblo como Sonseca, que ha demostrado a lo largo de su Historia saber superar con inteligencia creadora y ejecutiva las circunstancias más desfavorable.

Gracias, por leer y observar mis "entradas" metidas a golpe de corazón, como intuyendo lo que nos une y nos anima a seguir ampliando nuestros límites personales afianzando lo que somos y de donde venimos.

Disculpas por las erratas que siempre lleva un texto escrito aunque se haya realizado con lo mejor que uno ha aprendido.
























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Seguidores