domingo, 17 de mayo de 2009
Hace un siglo, Misiones en Sonseca
El 27 de marzo de 1909 publicaba El Castellano:
MISIONES EN SONSECA
Era el domingo 7 por la tarde, y a pesar de ser ésta muy desapacible, por lo fría, huracanada y lluviosa, un gentío inmenso esperaba a los Reverendos Padres Misioneros Sinforiano Fernández y Jerónimo Nogal, de la Compañía de Jesús en las inmediaciones de la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios, extramuros de esta población, y en la carretera misma innumerables niños y niñas, como avanzada.
Tan pronto como los Reverendos Padres descendieron del carruaje, siendo recibidos por el clero y pueblo en procesión, prorrumpieron los niños en vítores y aclamaciones, y cantaron las niñas de uno de los colegios los siguientversos:
Vivan los Misioneros,
Serafines de amor;
las niñas de Sonseca
les dan el corazón.
El pueblo de Sonseca
al templo acudírá
para oír de los Padres
palabras de verdad.
Estuvieron del 7 al 14 de marzo.
Resumiendo una amplísima crónica, se puede destacar:
Sus pláticas al anochecer han sido tan concurridas toda la semana, que era imposible penetrar en el templo por ninguna de sus cuatro puertas.
Para los niños y niñas había una Misión especial a las once por la mañana, y a las cuatro por la tarde, disponíndoles para el solemne y grandioso acto de la Comunión, que tuvo lugar el jueves 11.
Entre los actos celebrados, además de las pláticas diarias:
- Procesión de banderas azules y encarnadas con la imagen de la Inmaculada.
- Renovación de las promesas del bautismo.
- Comunión de los enfermos e impedidos del pueblo.
- Entrega de escapularios del Carmen por parte de los Reverendos Misioneros.
- Función del perdón de las injurias.
- Procesión con la excelsa Patrona la Virgen de los Remedios como acto final.
Sigue la crónica: A la salida de la ermita acabada la procesión, broche final, de esta misión, todo el mundo se precipitaba a besar el Santo Crufijo que pende del pecho de los Misioneros; todo el pueblo pugna por llegar hasta ellos y darles el último adiós recibiendo su última bendición. El carruaje esperaba en la misma plaza de la ermita; pero era díficil llegar hasta él. Aclamados sin cesar, la berlina pudo arracar después de las cinco de la tarde, escoltada por el pueblo y por verdadero ejército de niños y niñas desplegados a lo largo de la carretera.
Apostilla El Corresponsal:
Lástima es que no hubiera en cada pueblo alguna persona caritativa que se ofreciera a sufragar los gastos de manutención y viaje de los Misioneros, pues esto bastaría para que fueran a todas partes derramando las semilla de la divina palabra, que tanto bien produce en las almas.